
Una familia resquebrajada por el dolor de haber perdido al nuevo integrante en camino, decide adoptar una niña huérfana algo crecida. Esther (Isabelle Fuhrman) por su lindura y brillantez es la pequeña elegida. No obstante, sucesos extraños desde su llegada al hogar, harán que la madre (Vera Farmiga) empiece a creer que Esther no es el ángel que aparenta ser.
Uno de los factores que hacen a esta película interesante es que se puede respirar su cinefilia. Porque no hay nada que cause mayor satisfacción que encontrar una cinta que se ha alimentado de otras, sin chapuzas. Es imposible no reconocer en la postura de la protagonista, reminiscencias de la pequeña malvada de La mala semilla (1956) de Melvyn LeRoy. Desde su pulcritud y modales añejos – hay que ver como en una secuencia calca la reverencia de la original -, hasta esa máscara de encanto. La diferencia con la cinta de LeRoy es que en La Huérfana, vemos todo lo que la Christine Penmark de trenzas rubias y sonrisa inmensa, solo dejaba entrever de sus retorcidas acciones. Así, Esther es capaz de fracturarse un brazo para aparecer como víctima y culpar a la madre adoptiva, como también de amenazar furibundamente y asesinar sin dejarse nada de odio en la piel.

A pesar de sus puntos flacos, como la construcción endeble de algunos personajes secundarios (los pequeños hermanos) y un par de clichés que asoman por ahí, vale la pena echar un vistazo a La Huérfana. Una cinta entretenida, llevada a cabo con oficio y que sin mayores aspavientos llegó a la cartelera para sorprender gratamente.
(Publicado originalmente en la revista Godard! Nº 21, septiembre de 2009)