11 de julio de 2012

Hors Satan (2011) de Bruno Dumont


El tránsito por la espiritualidad, que realiza Bruno Dumont, tiene, en la violencia, a uno de sus principales elementos. Su cine, precisa, debe ser “violento”. En medio de la parsimonia de su narración y la quietud de muchas de sus imágenes, los arrebatos de los personajes no se presentan como estallidos vacíos, ni simples muestras de provocación. Todo lo contrario. Lo que pretende Dumont es recordarnos con esos visos de crueldad; es que aún persisten, enraizados en lo profundo de nuestra naturaleza, esos reptiles que un día fuimos por entero, esos seres prehistóricos de los que no podemos –o mejor sería decir, “no queremos”– sacudirnos.

"Hors Satan" no se aleja de ese sendero. Su protagonista –un hombre sin hogar, iluminado por su fe y que actúa como protector de una joven–, encuentra, en las pulsiones físicas, en el castigo tangible, una forma de justicia que equilibra el mundo, que coloca en igualdad de condiciones a presas y cazadores. Unos predadores que no parecen dejar lugar a salvo, pues el vasto campo de bellos paisajes, las calles apacibles del poblado, e incluso, el propio hogar, no están libres de batallas perdidas para los menos fuertes. Es entonces que el justiciero aparece, cambia la piel frágil que lo envuelve, y deja salir al “monstruo” que acabará con otros “monstruos”. 


Sin embargo, la oscuridad no se restringe a lo terrenal. El Mal –en el sentido al que alude el título de la película– emerge para poseer a quienes puedan tentar al creyente, al héroe tocado por la gracia. En una secuencia central, la fe se reviste de carnalidad, mientras la cámara se encarga del registro frontal que caracteriza al cine de Dumont, en el que los cuerpos no son depósitos de sensualidad, sino medios de expresión para la furia, para esa aspereza que guardamos y que, a veces, resulta incómoda de aceptar.   

Señalar la vinculación entre la cinta francesa y "Ordet" (1955), una de las obras mayores de Dreyer, no supone una novedad, pero es imposible no mencionarla. Más allá del rescate de la muerte que ocurre en los últimos minutos, se puede decir que el protagonista de "Hors Satan" es una especie de Johannes moderno, consciente de que, en estos tiempos de descreimiento, sirven de muy poco los discursos fervorosos. Por ello su laconismo, sus rezos interiores. También, por eso, su cualidad extraordinaria se presenta, a manera de chispazos, entre la visceralidad del día a día. Aquí vale preguntarse: ¿qué prevalece? ¿su condición de hombre?, ¿o su condición de “elegido”? Bruno Dumont no brinda conclusiones, y eso está bien. La ambigüedad solo contribuye a la importancia de esta película, de por sí inmensa.