13 de noviembre de 2009

Williams por Kazan: Un tranvía llamado Deseo (1951)

Llevar una pieza de Tennessee Williams a la pantalla supone todo un reto. Así lo supieron en su momento Joseph Mankiewicz, John Huston, Paul Newman, Richard Brooks, entre otros directores. El desafío consistía en no solo mantenerse cercano al espíritu de Williams, sino también en graduar las pulsiones de los personajes para que se sostuvieran armónicamente con la misma intensidad. Asimismo, se debía evitar que la naturaleza teatral - marcada por la grandilocuencia -, ganara un terreno significativo ante cámaras. Elia Kazan tenía plena conciencia de ello, cuando decidió realizar la versión fílmica de "Un tranvía llamado Deseo", una de las obras teatrales más descarnadas del conocido dramaturgo. Su trabajo dio como resultado una cinta brillante y poderosa.

La añoranza por un tiempo perdido. Recuerdos de épocas de tules y sedas, de belleza y añeja elegancia, caben en el baúl que Blanche DuBois (Vivien Leigh) ha llevado hasta la calurosa Nueva Orleans, ciudad en la que vive su hermana Stella (Kim Hunter) en compañía de su marido, el agresivo Stanley Kowalski (Marlon Brando).


Blanche DuBois y Stanley Kowalski encarnan a los personajes extremos sin ningún elemento de coincidencia. Provenientes de clases sociales separadas por un abismo, el estallido furioso de la convivencia solo es cuestión de tiempo, ante su negativa de ceder. No obstante, esa diferencia que los repele también los seduce, afirmando la naturaleza contradictoria del ser humano. Ella, con sus maneras sofisticadas y vestidos pomposos es blanco de la desconfianza de Kowalski, que en su condición de inmigrante sufrió los embates y dureza del sector patronal; no obstante, ese encanto incomprensible para él hará que la ronde como la fiera que quiere poseer a la presa. Kowalski, en cambio, representa para Blanche todo aquello que amenaza destruir su armadura de sueños, la negación de esas ilusiones que la sostienen, aunque su ferocidad resulte un juego atrayente por su carnalidad, que es precisamente de lo que ella carece.

Por el carácter de estos roles, la interpretación de los mismos involucró un inevitable duelo actoral. Vivien Leigh está perfecta en su fragilidad y alienación, así como Marlon Brando se muestra insuperable en su brutalidad cada vez más intensa.

Con "Un tranvía llamado Deseo", Elia Kazan situó a dos personajes emblemáticos al mismo nivel. Ambos en defensa de sus trincheras y expresando su sentir de las únicas maneras que conocían: uno con afectación e insania y el otro con violencia y sexo. Tan humanos y, por ello, tan complejos.

21 de octubre de 2009

La tristeza de la rebeldía : Al Este del Edén (1955) de Elia Kazan

Llevar sobre los hombros la dolorosa culpa de ser diferente. Aquel es el peso que debe soportar Caleb 'Cal' Trask. James Dean fue el encargado de poner la piel a este personaje, el rebelde más triste del cine. Una tristeza que viene con la juventud, con la angustia de crecer y no satisfacer nunca a la persona que más quieres. Y esta aflicción no puede ir sino acompañada de un sentimiento de rabia. Porque no eres joven si no sientes que se te revuelven las entrañas, si no pateas un muro hasta sangrar.

Elia Kazan necesitó solo las últimas ochenta páginas de la novela de John Steinbeck para dirigir esta cinta que trata también del amor no correspondido, de la imposibilidad de querer a quien es tan distinto. Por supuesto, no tiene que ver con el amor romántico, sino con el que se asume debe existir sin objeciones. No obstante, los vínculos de sangre de ninguna manera garantizan el afecto.

El peregrinaje de Cal es mostrado por Kazan con el cariño que el personaje echa en falta y busca desesperadamenre en su progenitor. La cámara cobija a James Dean y el lente lo hace ver más pequeño, más frágil en sus arrebatos, en sus movimientos espasmódicos y desbordados. En las secuencias que Cal comparte con su severo padre (Raymond Massey) este tratamiento se hace más evidente. Utilizando numerosos planos en picado, el director deja clara la relación de poder existente y la lucha constante e infructuosa de Cal por derribar la coraza paterna.

La aceptación de su naturaleza es otro conflicto con el que Cal debe lidiar. Por ello, descubrir la existencia del único espejo en el que puede mirarse, le brinda respuestas a muchas de sus preguntas, pero también ese hallazgo involucra el conocimiento de lo que podría ser su futuro: una vida exiliada y marginal en un mundo puritano que no acepta a quienes crean sus propias reglas y aman más su libertad.

Las escenas finales están ocupadas por la redención y el perdón. La angustia de Cal se mitiga un poco, solo con algunas palabras que no se tuvieron que comprar. La esperanza se abre paso para el muchacho que se desgarró durante casi dos horas en pantalla. Elia Kazan lo aleja de los fantasmas recurrentes de Caín y Abel para cubrir su cuerpo con el abrazo comprensivo que esperó siempre.

25 de septiembre de 2009

Un año sin Paul Newman, el director apenas conocido

Cuando se habla de Paul Newman, se recuerda su profunda mirada azul, su talla de gran estrella con estupendas actuaciones, su férreo compromiso humanitario y cómo no, su matrimonio de más de medio siglo con la talentosa Joanne Woodward. No obstante, no todos están enterados de la existencia de un Newman autor, ese que también quiso contar historias narrándolas de manera tan íntima, que brindan la sensación de estar presenciando una pausada confesión ante cámaras. El cine de Newman resulta a veces hermético y duro, lo que valió no conectar efectivamente con el público masivo que imaginó que lo que tenía que decir como realizador, sería tan amable como el rostro que reconocían como el más atractivo de Hollywood. Estaban equivocados, pues Newman miraba el mundo con pesadumbre y bastante lucidez, por lo que no se permitía concesiones, ni mucho menos felices finales impostados y fáciles, esos que te dejan con una amplia sonrisa mecánica, pero que se desvanece en instantes, incluso cuando no se ha abandonado la sala, para pasar luego a formar parte de una lista de títulos prescindibles. Nada de eso tiene Rachel, Rachel (1968), su ópera prima, que desde el primero momento se presenta como una pesadilla disfrazada de cotidianeidad, sobre una vida postergada y solitaria, enfrascada en el trabajo y los deberes domésticos. Rachel Cameron (Joanne Woodward) una soltera y madura maestra de escuela primaria, se desdobla cada vez que puede, entre la realidad opaca y los sueños que le sirven como válvula de escape para lograr lo que quisiera: ser más libre, dejar de lado las opiniones de su agobiante progenitora, rebelarse ante los que no apuestan ni un centavo por ella. Sin embargo, ese disfrute tan anhelado, también le produce un miedo feroz. Las posibilidades se presentan y ella las rechaza de plano, regodeándose en sus conocidas ilusiones mientras prepara sándwiches para las amigas de su madre. Newman acompaña a su protagonista en la opresión y el despertar, aunque su mirada nunca es compasiva, sino por el contrario, le imprime dignidad con esos primeros planos que nos permiten apreciar una fuerza que muchas veces está a punto de caer, sin concretarse, lo que la enaltece. Esta adaptación de la novela de Margaret Laurence es una de las películas que mejor han tratado la soledad y la redención, convirtiéndose en un manifiesto a favor de la libertad nunca tardía. Además, significó el inicio del tándem Newman - Woodward, que cruzaron la línea personal para trasladar toda su capacidad en cinco de las seis películas que el buen Paul dirigiera. Hacia 1971, rueda Casta invencible, filme en el que también actúa dando vida al indomable Hank Stamper, miembro de un clan patriarcal al mando de Henry Fonda. Basada en una novela de Ken Kesey, quizás sea la cinta más accesible de su filmografía como realizador. Narra la historia de una familia maderera que se niega a acatar la consigna del sindicato de productores, que consiste en ya no vender a las industrias hasta que atiendan sus pedidos. Sin embargo, los Stamper tiene un código que siguen a rajatabla: la palabra empeñada y la firma de un contrato se respeta. Así, con una ética individualista, siguen talando los árboles sin hacer caso de las murmuraciones y de la evidente antipatía de la que son objeto. Hasta allí, y si solo se hubiera limitado a ello, Newman habría filmado un drama épico bastante sencillo. Pero bien sabemos que el director no se caracterizaba por su conformismo, por lo que su atención se centró en ese modelo de familia americana bien formada, en la que todos comparten un mismo techo en aparente armonía. Newman demuestra que la estabilidad y paz solo son un espejismo, ya que sus miembros guardan rencores y culpas que no son capaces de gritar y/o expiar.
Otro aspecto interesante de Casta invencible, es la mirada oscura que brinda de la naturaleza con bosques de árboles enormes y en los que el hombre bien parece un mosquito fácil de aplastar, sensación que se transmite a los espectadores con el uso de numerosos contrapicados en la labor de tala. Al año siguiente, Newman elige una obra de teatro ganadora del Pulitzer para que se convierta en su tercera película: El efecto de los rayos gamma sobre las margaritas. Joanne Woodward protagoniza esta cinta áspera y sin miramientos acerca de la condena del perdedor nato y su imposibilidad de guardar alguna esperanza en el futuro, puesto que ese tiempo que se avecina no va a ser diferente de su presente repleto de miseria espiritual y económica. Newman que encarnó a varios perdedores a lo largo de su carrera actoral, esta vez le cede la posta a su esposa para que le ponga rostro a una figura materna triste, patética y despojada de fortaleza. Su personaje Beatrice, tiene que lidiar con su tropiezos y en su desesperación arrastra con ella a una hijas a quienes da un trato desigual: mientras a la mayor le prodiga todo el afecto y atención, pues la devuelve al recuerdo de su juventud, como si se viera a si misma, décadas atrás con su despreocupación y cinismo; a la más pequeña la trata despectivamente por no entenderla en su afán por la ciencia y su excesiva timidez. Ese clima asfixiante y tenso entre estas mujeres, envueltas en una suerte de triángulo afectivo, es registrado por Newman en toda su dimensión bizarra y sucia en que la cámara funciona como agente que escarba y hiere. El rostro de Woodward, con ese gesto de bufón involuntario y confundido en los minutos finales, lo dice todo. Es el rostro de la resignación sin ninguna expectativa. El único telefilme que Paul Newman dirigió fue La caja oscura (1980), que constituye una brillante reflexión acerca del enfrentamiento con la muerte. Adaptación de una pieza teatral de Michael Cristofer, cuenta la historia de tres enfermos terminales que, sometidos a un experimento que registra la evolución del mal y sus perspectivas mediante entrevistas, viven recluidos en una tranquila villa a la que pueden acceder sus familiares y amigos más cercanos. La espera ante lo inevitable, los asuntos pendientes postergados e incómodos, las mentiras piadosas y la rebeldía ante la partida de un ser querido, son otros de los puntos tocados en La caja oscura a través de extensos diálogos que, si bien se sostienen con calma en un inicio, amenazan con explotar de manera intempestiva por la cantidad de emociones contenidas, por esa represión consciente y autoinfligida. Lo que en manos de otro se hubiera convertido en una cinta efectista y melodramática hasta el hartazgo, Newman lo llevó adelante con mucho respeto, confirmando su pulso medido y cauto, lo que demostró su consideración hacia los espectadores y el trabajo de sus actores, entre los que destacan Christopher Plummer y, por supuesto, Joanne Woodward. No fue hasta 1987 que Newman se animó a realizar un filme más. Y lo hizo de la mano de una obra de teatro de Tennessee Williams. El zoo de cristal, ya conocía una versión anterior (y más libre) dirigida por Irving Rapper en 1950. Con escasos personajes, la película es un triste viaje por los recuerdos de un hombre (John Malkovich) acerca de lso últimos días que pasó junto a su sobreprotectora madre (Joanne Woodward) e introvertida hermana (Karen Allen). Newman pone pantalla un gran retrato psicológico sobre la convivencia familiar, la nostalgia y los sueños truncos de tres personajes sentenciados a la nada, cada uno con personalidades tan disímiles y frágiles como pequeños pedazos de cristal. Por su atmósfera oscura, la contundencia de sus diálogos y el buen desempeño de su actores es imposible no terminar con un nudo en la gargante en diferentes pasajes de esta cinta, que deja una sensación amarga e irresistible, que seduce y reta a una siguiente proyección. Este último trabajo del director estuvo nominado a la Palma de Oro en el Festival de Cannes. Paul Newman para pesar del cine y de quienes admiramos su labor, no volvió a dirigir. No obstante, no son muchos los que podrían ufanarse como él, de haber llevado a cabo una filmografía valiente y personal, que no quiere quedar bien con nadie. Vale la pena volver a Newman y ese costado suyo también bello, aunque doloroso.

11 de septiembre de 2009

El horror según Jaume Balagueró

A propósito del reciente estreno de [REC]2 en el Festival de Venecia, quería compartir con ustedes, este artículo que escribí hace algún tiempo sobre la obra de uno de sus directores, Jaume Balagueró.

¿Cómo hacer una buena película de terror? Solo explorando los propios miedos para transmitirlos con toda su intensidad. Los filmes de Jaume Balagueró abundan en esa intensidad que se advierte conocida desde su gestación. Su no tan extenso, pero fructífero universo fílmico está poblado por fantasmas, niños perversos, sectas del mal, zombies y algunas mentes desquiciadas que habitan mansiones o edificios, casi siempre alejados de la ciudad. Es cierto que todo ello no es nuevo en el género, maestros como John Carpenter, George Romero o Darío Argento - por citar algunos ejemplos - han hecho delicias con estos tópicos. No obstante, es valioso encontrar a un cineasta que ya se puede considerar como un buen heredero de la mejor tradición del horror.

La aventura cinematográfica de Jaume Balagueró empieza en 1994 con Alicia, cortometraje que dirigió sobre la base de una historia original que le valió el premio del Festival Internacional de Sitges. En este trabajo las reminiscencias a Lynch y Cronenberg se pueden vislumbrar claramente. La pérdida de la inocencia de una adolescente, aparece en imágenes bizarras y escalofriantes. Accedemos a una realidad alterna de degradación en la que mostruos amamantan y seducen. Una suerte de pesadilla del despertar sexual.

El cineasta da un paso más al año siguiente con Días sin luz, otro corto con el que continúa ofreciendo atmósferas agobiantes, esta vez con un recorrido a través de la trágica memoria de un hombre que ha sido marcado en la niñez por el abandono y el sometimiento. Con un final desconcertante y efectivo en lo visual, Balagueró demostró que tenía las aptitudes para incomodar con horror por más de ocho minutos. Ya era hora de dar el salto al largometraje.

Sin embargo, no fue hasta 1999 que el realizador español estrenó su ópera prima Los sin nombre. Basada en la novela homónima de Ramsey Campbell, esta cinta parte de una interesante premisa: el hallazgo del mal absoluto como puerta a un nivel supremo. En las primeras escenas, se devela el cuerpo de una pequeña encontrado en un pozo de aguas pútridas. Le sigue a ello, una autopsia al mejor estilo de Jonathan Demme en El silencio de los inocentes (1991). Repara en los detalles de la descomposición, la cámara se regodea con cada resquicio del cadáver. Pero Balagueró, no se limita a atemorizar con el asco, porque lo suyo también está en la creación de climas y en esta película lo logra de forma contundente, a través de construcciones derruidas que abren paso al desentrañamiento de un malsano misterio.

Uno de los primeros temores humanos es, sin duda, el miedo a la oscuridad. Sentirse indefenso al enfrentar a eso desconocido que se puede ocultar en las sombras. Sobre esto vuelve Balagueró en el 2002 con La séptima víctima, trabajo que supuso su lanzamiento internacional. Con un reparto encabezado por Anna Paquin, este filme es el retrato de lo que alguna vez fue una familia sin problemas. No obstante, a medida que se va desarrollando la acción, notamos su fracturas insalvables, la negación de un real peligro que los circunda y que no solo se debe a una amenaza sobrenatural. Así, tenemos en pantalla a cuatro seres humanos que dejan de reconocerse cuando comienzan a habitar una casa en las afueras de Madrid. Un lugar enorme de cuartos secretos y dolor impregnado en las paredes.

Aquí es donde podemos apreciar en mayor medida, la capacidad del director para trabajar con lo sugerido, para dejar que el espectador pueda completar algunos espacios con sus peores pesadillas. La consigna es dejar de mostrar y explicar todo. A esto se le conoce como "El efecto Balagueró" y es un sello distintivo en sus cintas. En La séptima víctima, lo apreciamos en los momentos de mayor tensión, cuando ya se ha desatado la insania y el mal no solo se ha transformado en corpóreo. Así también, la iluminación utilizada le brinda una dimensión activa a la penumbra, que se desplaza como un personaje más, ominipresente y maldita. De otro lado, es imposible no relacionar pasajes de esta película con grandes momentos del cine de terror, como los que encontramos en El resplandor (1980) de Stanley Kubrick y El bebé de Rosemary (1968) de Roman Polanski. Acostumbrado a rendir homenaje a sus cintas favoritas, Balagueró se permite estos guiños con los fanáticos del género.

Para Frágiles (2005) o El hospital del terror, como se le conoció por estos lares, vuelve a contar con un equipo internacional. La protagonista esta vez es Calista Flockhart que da vida a una enfermera recién llegada a un centro médico infantil a punto de ser clausurado. Otra vez volvemos sobre los pasos de un tópico tantas veces explotado: el lugar embrujado que los fantasmas no quieren compartir. Sin embargo, el talento del cineasta español está en saber aprovechar los espacios para lograr las atmósferas más efectivas y jugar al sobresalto. Recorrer los largos pasillos de ese hospital en el que los huesos de los niños se quiebran inexplicablemente es sobrecogedor. Ayudado por una fotografía de tonalidades azules, el clima gélido impregna a cada personaje de una apariencia mortuoria, como si se trataran todos de seres espectrales, sondenados a vagar eternamente. Resulta curioso que el único pasaje en el que se puede divisar algo colorido, sea la escena de los pequeños viendo la cinta animada La bella durmiente (1959) de Walt Disney. Curioso porque esa vida de colores pasteles que debe caracterizar a la infancia, se encuentra atrapada en la pantalla de un viejo televisor.

Uno de los nombre clave del cine de terror en España, es el de Narciso Ibáñez Serrador. Creador de filmes clásicos como La residencia (1969) y ¿Quién puede matar a un niño? (1976), también tuvo una faceta televisiva en la que escribió y dirigió una serie denominada Historias para no dormir que se empezó a transmitir en los años sesenta con bastante éxito. Más de tres décadas después, se da la oportunidad de revivir este proyecto - que sería supervisado por el mismo Ibáñez Serrador - convocando a los nuevos talentos del género, pero no para llevar a cabo una serie, sino telefilmes bajo el rótulo de Películas para no dormir. Por supuesto, Balagueró estuvo entre los elegidos, por lo que en 2006 dirigió Para entrar a vivir, destacado ejercicio de estilo.

Una pareja joven y el sueño del departamento propio. Un argumento tan simple como ese le sirve al director para inyectar el horror con violencia. Aquí hay un escaso preámbulo de misterio, puesto que la acción se desata rápidamente. De la calma y las conversaciones intrascendentes, pasamos a los gritos y huídas desesperadas. El sobresalto esta ves viene de lo cotidiano, de ponerse en la piel de los personajes que no encuentran envueltos en laguna situación sobrenatural. Balagueró además, deja por un momento el velo psicológico que estuvo presente en sus otras películas, para dar paso a una buena dosis de gore. Ahora, no es que antes no haya explorado ese tereno, pues en sus obras siempre reservó unas escenas para el lucimiento de la sangre brillante y espesa. No obstante, es en Para entrar a vivir que el protagonismo se lo llevan las mutilaciones, el deterioro del cuerpo y por supuesto, el líquido rojo que brota a chorros.

Tuvo que pasar un año para que [REC] viera la luz. Condirigida con Paco Plaza, es su cinta más exitosa y celebrada. Nuevamente nos topamos con una línea argumental sencilla: un programa de televisión pretende pasar una madrugada acompañando a los bomberos para registrar su labor diaria. Con esa premisa, nada hace presagiar el festival de terror que el filme guarda para unos espectadores que en los primeros minutos se instalaron como voyeurs frente a la pantalla, y que fácilmente accedieron al juego cómplice de Ángela - la reportera - en su afán de grabarlo todo.

[REC] es una película que mezcla diferentes tradiciones: la de un grupo en peligro que sortea la adversidad; la de los zombies feroces y hambrientos; y la de la posesión demoníaca. Es en este punto, que se puede advertir que la cinta se ha realizado con el ánimo de dejar satisfechos a los más acérrimos amantes del cine de terror, como son los mismos directores. de otro lado, el uso de la cámara en mano magnifíca el nivel del caos y revela el desconcierto, así como el pánico creciente de su protagonistas. Balagueró y Plaza logran que la sensación de claustrofobia y temor sea aún más vívida en la butaca. Como prueba de ello, quedan para el recuerdo las imágenes promocionales de la película en las que se mostraba a un público consternado en la primera función de [REC] en el Festival Internacional de Sitges.

Con Jaume Balagueró, el horror ha encontrado un artífice que lo aleja de la pura truculencia y efectismo, en tiempos de ideas escasas y remakes muchas veces innecesarios. Esperamos que el cineasta no se desvíe en el camino y continúe escarbando en los miedos que tan bien conoce.

7 de agosto de 2009

Festival de Lima 2009: Las que se recomiendan


Otro Agosto. Otro Festival de Lima. Hoy empieza la 13º edición que este año trae varios títulos de interés, ya sea por los galardones alcanzados en otros festivales, como por referencias y algunos comentarios que se pueden hallar en la web. Teniendo en cuenta eso, se pueden ir recomendando algunas cintas.

Competencia Sección Oficial - Ficción:

  • Argentina: Existe bastante expectativa por "Excursiones", la última película de Ezequiel Acuña, el director de "Nadar solo" que tiene una buena legión de seguidores. También viene con algún interés desde BAFICI "Los Paranoicos", ópera prima de Gabriel Medina.
  • Brasil: La selección brasileña llega sin aparentes platos fuertes. Se sabe de la buena factura del cine de este país, así que tal vez sus incondicionales agoten las entradas.
  • Chile: "Huacho" se presentaen esta edición del Festival, tras una buena recepción en La Semana de la Crítica del último Festival de Cannes. Otra cinta que llega precedida de elogiosos comentarios es "La nana" de Sebastián Silva. Y para quienes gustan del cine de Andrés Wood, "La buena vida" puede resultar atractiva.
  • Colombia: El director Ciro Guerra causó buena impresión en 2004 con su ópera prima "La sombra del caminante", por ello se espera que "Los viajes del viento" no decepcione en esta sección del Festival.
  • Guatemala: Se sabe casi nada de la cinematografía de este país centroamericano. Es por este motivo que "Gasolina", primera película de Julio Hernández Cordón llega generando curiosidad y expectativa, sobre todo luego de obtener algunos premios importantes en el Festival de San Sebastián de 2008.
  • México: "Parque Vía" de Enrique Rivero aterriza en Lima con el respaldo de numerosos galardones, entre ellos, el Leopardo de Oro y el Premio FIPRESCI en el Festival de Locarno del año pasado. Otro filme que podría ser de interés es "Rabioso Sol, Rabioso Cielo" de Julián Hernández, de quien por el 2003 participó en el Festival con "Mil nubes de paz...".
  • Perú: "La teta asustada" - qué duda cabe - es la candidata nacional más representativa, luego de obtener el Oso de Oro en el Festival de Berlín. De otro lado, se estrena "Illary" de Nilo Pereira que habría que ver para saber cómo andamos más allá de Claudia Llosa.
  • Uruguay: "Gigante" de Adrián Biniez es una de las más esperadas, dado que, junto a la cinta de Llosa, se hizo acreedora de varios premios en la Berlinale de este año.
Competencia Sección Oficial - Documental:

Se tienen buenas referencias de “Garapa” de José Padilha; “El diario de Agustín” del chileno Ignacio Agüero; "Los que se quedan” de Juan Rulfo y Carlos Hagerman y de las peruanas “Requecho” de Humberto Saco; “Mi hermano María Paula” de Piero Solari y “El olvido” de Heddy Honigmann, una coproducción con Holanda.

Hasta ahí la lista de recomendadas, respecto a la competencia oficial. Las muestras paralelas se presentan más que interesantes, siendo lo más destacado, la dedicada a Alain Resnais que se podrá ver por primera vez en 35mm.

Me dispensarán por no comentar en los próximos días ninguna de las películas en competencia de ficción. El motivo es que junto a Rossana Díaz Costa, Juan José Beteta, César Guerra Linares y Erick Quispe formamos el jurado de APRECI (Asociación de Prensa Cinematográfica), que este año entregará un premio a la mejor cinta de esta sección. Así que ya nos vemos después del 15 de agosto, fecha de término del Festival

22 de junio de 2009

12:08 Al este de Bucarest (2006) de Corneliu Porumboiu

Como hizo el año pasado la ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes, 4 meses, 3 semanas y 2 días de Cristian Mungiu, la cinta rumana 12:08 Al este de Bucarest llegó para inyectar nuestra cartelera de buen cine. Corneliu Porumboiu revisita uno de los pasajes más importantes de la historia de su país - la caída del dictador Ceaucescu - a través de los recuerdos de dos autoproclamados héroes de la revolución que son invitados a participar en un programa conducido por el propietario de una pequeña estación televisiva.

Pero antes de pasar a la emisión del programa en si, Porumboiu nos sitúa en la vida de estos tres personajes. Cada uno en su mediocre cotidianeidad: un profesor que gasta su sueldo en deudas de alcohol y vive de prestado; un anciano que acepta vestir un remendado disfraz de Papá Noel porque no tiene mayor ocupación y un dueño de canal de televisión que persigue a sus invitados sin éxito. Ellos se movilizan en medio de una ciudad gris de edificios destartalados. Esos son los rezagos de la tan mentada revolución y tales son sus herederos.

Cuando llega el momento de abordar el pasado, casi todo se torna rocambolesco. El recuento de lo sucedido el 22 de diciembre de 1989 no tiene nada de solemne y si mucho de sesión catártica en la que se van desenfundando las frustraciones de un población. La memoria de los ciudadanos acerca del acto histórico, se aleja de la ensoñación para dar paso al más seco realismo, al humor proveniente de las situaciones más inimaginables. Asimismo, el director pone énfasis en la multiplicidad de encuadres inexpertos, temblorosos que resaltan el ambiente de paradoja de una discusión en la que los "héroes" le dan la espalda al mito para defender su honorabilidad desde el banquillo de acusados en que los ha colocado Porumboiu.

12:.08 Al este de Bucarest, también es un filme sobre la melancolía. Desde el anciano que recuerda más la fecha en cuestión como aquella en la que peleó con su espeosa fallecida, hasta las expectativas de un pueblo que espero demasiado de una revolución que hoy solo figura en los libros de historia. Porque para ellos la vida sigue con sus propios dramas y no hay lugar para el idealismo. Porque tras la violencia desatada en ese día de diciembre, no les quedó más que disfrutar de la nieve y festejar la navidad.

26 de mayo de 2009

A propósito del cine nacional: "La teta asustada" de Claudia Llosa

Más allá de la euforia que despertó el logro de La Teta Asustada en el último Festival de Berlín y más allá de los cuestionamientos que surgieron alrededor de dicho premio - sobre todo de parte de medios extranjeros que señalaban un nivel menor de los filmes en competencia en relación a ediciones anteriores-, algo queda claro tras apreciar el segundo largometraje de Claudia Llosa: que se trata de una cinta efectiva en su tratamiento estético y que consigue mediante el retrato interior y casi hermético de su personaje principal, conmover de forma sincera, sin apelar a los facilismos sentimentales en los que una historia con ese fondo podía caer.

Llosa vuelve a narrar un viaje hacia la libertad, como lo hizo en su primer filme Madeinusa, no obstante con una protagonista cuyo dolor se transfigura en silencio y que pocas veces deja escapar mediante el canto. Brotan así de los labios de Fausta (Magaly Solier), historias de sirenas y acuerdos que luego se transformarán en perlas con las que podrá enterrar a su madre muerta. Del mismo modo, emergen de su intimidad los tallos de una papa a la que quiso convertir en su escudo frente a la violencia y el terror, pero que en su vital florecer se revela como contradicción ante ese encierro al que se ha obligado.


Del horror, transmitido por el cordón umbilical, trata La Teta Asustada. De esos hijos nacidos en años en los que el ande llevaba el peor saldo del conflicto armado interno y que aún no pueden curar sus heridas. Fausta se presenta, entonces, como la heroína que debe enfrentar a un mundo al que le cuesta entender su naturaleza de fruto del miedo. En tal sentido, ese encuentro con el exterior no es del todo amable, por el contrario, hallará seres que buscarán vampirizar sus costados creativos y sensuales. Ahí están la pianista, dueña de la casa en la que trabaja, quien se apropia de sus afligidas canciones, y un hombre que la desea acercándosele con las más toscas maneras.

Es en este contexto hostil que la protagonista se sentirá más a salvo entre los muertos que en compañía de los vivos. Solo así entendemos su sensación de bienestar y protección cuando, abatida, se refugia en una oscura habitación para abrazar el cuerpo embalsamado de su madre. La mantiene allí por falta de dinero, pero también porque es su única compañía en el silencio y el dolor, cuando todo afuera es color y bullicio. Niños, novias y un ambiente de constante fiesta la quiebran por no sentirse parte de él. Asimismo, lo mortuorio no solo se reserva para la actitud de Fausta y el rincón sepulcral de su hogar, sino que también se hace presente en la casona de la pianista. Un lugar que por su atmósfera lóbrega se asemeja a un mausoleo que alberga a una mujer inerte en su capacidad creadora y que además es víctima de sus propios temores.

La Teta Asustada también gana en la muestra de la natural convivencia de vida y muerte, en una suerte de moneda de dos caras. Un cadáver puede yacer en una cama a la que cubre luego un vestido de novia; así como una probable tumba puede convertirse en una rudimentaria piscina en la que se refrescarán unos pequeños de apariencia chispeante. Así, la película de Claudia Llosa está plagada de símbolos que van desde el nombre de la protagonista y esa especie de pacto que hace con su empleadora, hasta la presencia del mar como sanador y última parada del canto de Fausta.

Otro aspecto que cabe resaltar, es el tratamiento que la directora hace del barrio en el que vive el personaje de Magaly Solier. Nos muestra a un sector sumido en la pobreza, pero sin regodearse en la miseria con imágenes edulcoradas o preciosistas, puesto que la cinta entrega el retrato de un pueblo que cree en el trabajo duro y en la comunidad para mirar la vida con optimismo.

Definitivamente, este filme peruano no se presenta como fácil para las grandes audiencias. Sin embargo, tampoco es inaccesible o “aburrido” como llamarían algunos. Eso sí, requiere del espectador un ánimo de involucrarse con el universo y espíritu de su protagonista, para acompañarla en ese tránsito a la confianza y la libertad.

Carta de APRECI en favor de la libre opinión crítica

La Asociación Peruana de Prensa Cinematográfica (APRECI) rechaza los términos injuriantes de la carta que un grupo de cineastas envió al diario Perú21, en respuesta a la crítica del colega Alonso Izaguirre a la película nacional El premio, de Alberto Durant, publicada el jueves 7 de mayo en dicho medio.

Acusar falsamente a un periodista de cometer agravio a la persona de un cineasta, supuestamente como parte del análisis crítico de su obra, es un burdo intento de desacreditar su opinión, y por ende una señal de intolerancia inaceptable que atenta contra la libertad de expresión. Esta actitud en nada contribuye al diálogo necesario entre los diferentes sectores de nuestra cinematografía para su mayor desarrollo y evolución, precisamente en el año en que una cinta peruana ha conseguido un valioso premio internacional.

APRECI expresa su solidaridad con Alonso Izaguirre, y defiende el derecho de los críticos a manifestarse democráticamente sobre las películas nacionales, las cuales no requieren un trato condescendiente para mostrar su calidad. Finalmente, invoca a la comunidad cinematográfica en general, a fomentar un clima de respeto mutuo y comprensión de los diversos roles que giran alrededor de la actividad fílmica en nuestro país.

Lima, 25 de mayo de 2009

Natalia Ames, presidenta de APRECI
DNI 41814544

Juan José Beteta
DNI 10788518

Diego Cabrera Berrocal
DNI 41307121

Mario Castro Cobos
DNI 08875544

Claudio Cordero Goytizolo
DNI 10589006

Rossana Díaz Costa
DNI 09643796

Jorge Esponda Jara
DNI 40045793

Leny Fernández Huerta
DNI 41047514

César Guerra Linares
DNI 10278648

Sebastián Pimentel
DNI 10274203

Rodrigo Portales Fidel
DNI 09600331

Erick Quispe Jara
DNI 42056619

Gabriel Quispe Medina
DNI 10280581

Luis Ramos Choqueconza
DNI 10143811

Laslo Rojas Contreras
DNI 40747806

José Romero Carrillo
DNI 09835167

José Raúl Sarmiento Hinojosa
DNI 41340196

Claudia Ugarte Valencia
DNI 40578652

29 de abril de 2009

El desencanto de Pere Portabella: Pont de Varsovia (1989)

Lugares vacíos, edificaciones enormes y majestuosas, son las que aparecen en las primeras imágenes de “Pont de Varsovia”. Espacios que parecen no querer llenarse, que prefieren la ausencia del hombre, abren paso a la vista de inmensos bosques chamuscados, inundados. De pronto, la cámara repara en un cuerpo inerte de ojos abiertos y horrorizados, que luego veremos tendido miserablemente en la frialdad de la morgue. La humanidad y su capacidad de ser nada, encuentran refugio temporal en esa mesa de metal, mientras es auscultada como parte de la rutina forense.

Personas desenvueltas en medio de la vacuidad de su entorno. O lo que se podría representar también como muchas voces que replican a las paredes. Todos solos. Todos condenados a una existencia frívola, intrascendente, de la que no se salvan ni siquiera los que se hacen llamar intelectuales, con esas conversaciones sobre arte apreciado bajo las influencias y la moda. La deconstrucción de una clase en la que supuestamente se apoya la brillantez y a la que muchos quieren pertenecer, en una suerte de exaltación propia. Ahí está por ejemplo, un alcalde con gesto de superioridad que llega a la entrega del premio a una novela, con un texto aprendido para las cámaras.

No obstante, de esa reunión de egos y poses, se pueden rescatar chispazos lúcidos. Alguien dice: “Ya no hay grandes compositores, porque ya no existe el silencio”. Portabella remarca la frase, introduciendo la belleza de la música transfigurada en espacios inimaginables. Un mercado, puede ser entonces, el lugar para disfrutar de un hermoso pasaje wagneriano de “Tristan e Isolda”. Por supuesto, inmediatamente el desencanto se apodera de nosotros, cuando nos damos cuenta que solo se trata del efecto ilusorio de un programa de televisión.

“Pont de Varsovia” no es una historia, sino varias que se superponen constantemente. En ese sentido, si bien tiene tres protagonistas de un triángulo amoroso como parte de un relato que podríamos llamar “principal”, la narración también nos trae secuencias que parecieran no tener conexión, pero que si aguzamos los sentidos, podemos entender que todas tratan de lo mismo: la decadencia del hombre y el arte (o lo que se conoce como).

El cuento (o los cuentos) terminan y sabremos al fin, el enigma del cadáver que tanta lástima nos produjo en las primeras escenas. Descubriremos el absurdo y la poética de la anécdota del buceador que murió en medio de árboles y fuego, para quedar impactados por el discurso y las imágenes que se quedan en la memoria, con todo su poder y radicalidad.

3 de abril de 2009

Juego de sangre y cartón: "Vampir - Cuadecuc" de Pere Portabella

Vampirizar, verbo que tiene su origen en la leyenda común a todas las culturas. Extraer de un costado sensual, la sangre que es vida. Escoger lo mejor y quedárselo, hacerlo suyo, reinventarlo. El rodaje de "Drácula" del prolífico Jesús Franco, no se libró de la bendición del conde. Pere Portabella en su tercera cinta "Vampir - Cuadecuc" (1970), transforma el detrás de cámaras de la película de Franco, en su propia versión de la historia en 70 minutos.

"El poder de las imágenes", qué frase tan usada. Sin embargo, aquí es imposible eludirla. La utilización del blanco y negro, nos recuerda por instantes a ese expresionismo del cine silente, tiempos de pactos satánicos y sonámbulos asesinos en pantalla. En otros momentos, la saturación y el predominio del color claro, deja solo ciertos visos de acción, de movimiento, que son magistrales en la sorpresa, en el desvarío que contagia.

El horror visto de su simplicidad, más que atemorizar, fascina. Recorremos de la mano de Portabella, los escondrijos que separan la realidad alterna de cartón, cables y luces, de la narración que se desarrolla en el plató. La elaboración de la sangre - que aquí es negra - y su expulsión a borbotones desde una jeringa, lejos de desilusionar, hace que nos acerquemos a ese mundo de mentiras que tanto atrae por reflejar temores, por juguetear con la muerte.

La casi permanencia del silencio, contribuye al clima fantasmal que inunda el set y los paisajes de filmación nebulosos y distantes. Aunque cuando esa continuidad se disipa y el sonido se hace presente, lo hace de forma rabiosa y lúdica, utilizando ruidos y melodías que en un inicio solo parecen creaciones caprichosas del compositor Carles Santos, pero que encuentran un perfecto soporte visual, en las imágenes de las hermosas víctimas de un Drácula elegante y sediento, con el rostro un tanto alienado de Christopher Lee.

Con "Vampir - Cuadecuc", Pere Portabella permite que nos acerquemos al mito de la construcción del terror, desde su gestación como una pequeña mentira que fabrica pesadillas. Al final queda en nosotros, el placer de la representación que se cuela por la pantalla, como si se tratara de un viaje por las palabras lastimeras del atormentado y no tan monstruoso conde.

9 de marzo de 2009

Duelo de actores: La Duda (2008)

Sor Aloysius (Meryl Streep) dirige severamente una escuela parroquial del Bronx a mediados de los sesenta. No obstante, deberá lidiar con el Padre Flynn (Philip Seymour Hoffman), quien no concuerda con sus métodos educacionales. Por este motivo, luego de escuchar un comentario respecto al excesivo acercamiento del sacerdote con uno de los alumnos, buscará hacerse de una verdad que desea escuchar.

En
"La Duda", intolerantes, progresistas e instituciones supuestamente intocables están cubiertas por un halo de sospecha permanente. La interpretación subjetiva, las constantes interrogantes, son las armas que utiliza el director John Patrick Shanley para retarnos desde la pantalla. Por ello, el rol del espectador no solo se reduce a apreciar un punto de vista o un misterio develado hacia el final, sino a participar del filme más activamente, intentando desentrañar el por qué de las acciones que desarrollan estos personajes que no dicen todo de sí.

Ese desafío se lleva a cabo desde una narración sobria, alejada de tremendismos o sorpresas innecesarias, pero sin dejar de transmitir el calvario de sus protagonistas que se presentan solitarios desde sus trincheras, tan al filo de la inocencia como de la culpabilidad. Es en este aspecto, que el trabajo actoral es un punto de apoyo primordial para continuar con la incertidumbre e intentar no tomar partido. Así, Sor Aloysius aparece como una rígida e intolerante religiosa atrapada por una paranoia que, sin embargo, encontrará alguna justificación en experiencias previas con malos sacerdotes; mientras que el Padre Flynn nos muestra su rostro amable y mensaje libertario, para después no terminar de explicar un hecho del pasado que aparentemente lo acusa, basándose en la indignación de la que es objeto.

Los diálogos de la película conservan ese regusto teatral de la obra original que - por qué no decirlo - no le resta, sino por el contrario enriquece al filme en toda su tensión dramática y por supuesto le da oportunidad a Streep y Seymour Hoffman para el lucimiento de sus respectivos papeles, sobre todo en los momentos finales en que presenciamos el profundo resquebrajamiento de sus personajes.

Sin respuestas absolutas,
"La Duda" es una cinta que hace que observemos nuestro interior y nos animemos a cuestionar esas certezas, que bien pueden ser un espejismo o lo que nos es más cómodo, más fácil de aceptar. John Patrick Shanley reflexiona sobre la incertidumbre como un signo de la vulnerabilidad que debe poseer todo ser humano.

2 de marzo de 2009

Estudia Cine en Cuba: Convocatoria de la EICTV

La Escuela Internacional de Cine y Televisión San Antonio de los Baños de Cuba ha ampliado su convocatoria exclusivamente para el Perú. Entonces, si tienes entre 22 y 29 años y tu vocación es el cine en cualquiera de sus áreas, deberías animarte a postular a la EICTV, casa de la que han egresado los más talentosos profesionales y que está presidida por Gabriel García Márquez.

Los postulantes deben completar un formulario de inscripción disponible en www.eictv.org y enviarlo al correo: academica@eictv.org.cu.

En nuestro país, los candidatos serán invitados a un encuentro personal con representantes del CONACINE y del Comité de Egresados del EICTV-Perú, en donde deberán rendir una prueba de capacidades y conocimientos sobre cultura general, y otra prueba más específica relacionada con la especialidad que desean cursar.

El plazo se cierra el 15 de marzo. Para mayor información, visita www.eictv.org.

16 de febrero de 2009

De perdedores y monstruos: The Host (2006)

La sencilla familia Park, se une para encontrar a la más pequeña de sus miembros, a quien se ha llevado como presa, un ser enorme y horrendo que emergió del río Han. A partir de esta idea, Bong Joon-ho, desarrolla una cinta sorprendente en la que el monstruo, no solo representa a esa criatura que engulle y destruye lo que encuentra a su paso y en la que los humanos no se limitan a ser héroes.

Y es que en The Host, todos son víctimas. El monstruo, por ser una mutación producto de desechos químicos arrojados al río, por orden de un irresponsable científico estadounidense y la familia protagonista que es avasallada por el poder, indefensos ante un sistema que se convierte en su principal perseguidor.

Así, cada cual tendrá como prioridad, supervivir. Sin embargo, y a pesar de ese marco, no nos encontramos ante un filme que privilegie el terror, la ciencia ficción o el género de aventuras, sino que estos se suman en dosis iguales al drama y el suspenso, además de contar con guiños de humor, que en conjunto funcionan como la perfecta maquinaria de un reloj.

No obstante, la pericia del director en esa unión de géneros que convierten a su película en inclasificable, no se detiene allí, ya que lo más importante lo reserva para el retrato de los personajes, todos perdedores natos. Una familia, en la que los miembros parecieran estar condenados a que la satisfacción se les escurra entre los dedos y que están más que dispuestos al reproche mutuo. Ahí están la deportista de tiro con flecha, que a pesar de su buena puntería, no alcanza medallas de oro; el profesional que se embriaga constantemente por no encontrar empleo en esa Corea del Sur, por la que peleó en manifestaciones universitarias; el padre de la niña, un sujeto infantil y sin aspiraciones, que entre siesta y siesta, atiende la pequeña tienda que el abuelo se esmera en mantener por ser su único medio de vida.

Todos ellos, con su carga de defectos, virtudes y diferencias, empiezan una búsqueda y cacería de la bestia, a la par que son perseguidos por autoridades que los señalan como portadores de un virus. Asistimos entonces, a dos cacerías paralelas, ambas implacables y que nos muestran a unos protagonistas que en la medida de su transformación y crecimiento, nos emocionan profundamente.

El filme no está ajeno a la crítica social. En la moderna ciudad, aún existen niños que roban comida y subempleados explotados al máximo, que son capaces de entregar a los amigos por una recompensa. Estados Unidos manipula al gobierno coreano, para desatar la paranoia por un virus improbable, solo para experimentar con agentes biológicos que jamás utilizarían en sus tierras. Y en medio de todo, los ciudadanos beben de esas verdades fabricadas y toman como una noticia más, cuando luego se habla de “lamentables errores”.

El cúmulo de acciones trepidantes y sus vaivenes, igual de intensos, nos reservan unas últimas secuencias, verdaderamente memorables por su magnitud épica y lirismo. Pocas veces se puede sentir tanta lástima por una criatura feroz, pero que al fin al cabo, solo quiere vivir como todos, sentimiento que se acrecienta, cuando el director nos hace ver por los ojos de la bestia para que contemplemos a esos humanos hambrientos de revancha, que se erigen como tristes verdugos.

Luego de la experiencia vivida en las alcantarillas, la redención llega para esos héroes fracturados que se encuentran preparados al fin, para una madurez tardía, para una paternidad que buscan saldar, en medio de una calma inquietante y desconocida. Mientras, del otro lado de la pantalla, nos apresuramos a desatar el nudo que tenemos en la garganta.

14 de enero de 2009

Presentación del Nº 18 de godard!

Ayer se presentó el último número de la revista godard! en el Centro Cultural de España, con la participación de sus redactores y colaboradores, quienes nos reunimos para compartir con el público en general, la satisfacción por la salida a la venta de la edición 18. Y nada mejor que celebrar con tres cortometrajes de algunos miembros de la publicación: "El niño del árbol" de Karla Ramírez, "El águila y el cazador" de César Miranda y "X" de Mario Castro Cobos.

De der. a izq: Mario Castro, Claudio Cordero y esta redactora

Comenzamos la velada, con un pequeño balance del 2008 y un rápido repaso del contenido de la revista a cargo de uno de los directores Claudio Cordero y de quien escribe. Así, hicimos mención a los artículos de este número que trae a Clint Eastwood en la portada con ocasión de sus próximos estrenos: "El sustituto" y "Gran Torino". Además, resaltamos el ranking de las mejores películas del 2008, los homenajes a Manoel de Oliveira y Paul Newman; los artículos dedicados al fallecido actor John Cazale y "El silencio antes de Bach" del cineasta catalán Pere Portabella, así como las crónicas de los últimos festivales de Sitges y Mar del Plata y las acostumbradas críticas de cartelera.

De der. a izq: Karla Ramírez, Mario Castro, César Miranda y yo

Luego de ello, pasamos a la proyección de los trabajos mencionados, para después iniciar un conversatorio con los autores, en el que el público participó activamente con sus preguntas y comentarios. Desde aquí, agradecemos su asistencia y entusiasmo.