28 de abril de 2008

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22 de abril de 2008

Volviendo a Lon Chaney...

Así es. Para disfrute mío (y espero de ustedes), encontré el siguiente artículo en una antigua edición española de la revista "Fangoria", el cual devela un capítulo de la vida de "El hombre de las mil caras", que quizás el actor hubiera preferido olvidar y que nos da algunas luces sobre el genio y carácter que transmitía en pantalla. Un bocadito solo para fanáticos.


EL SECRETO DE CHANEY

Un trágico episodio olvidado de la primera época de la vida del gran Lon Chaney que dio forma a su futura carrera en el terror.

Este artículo apareció originariamente en el periódico The Sunday Oklahoman con el título “Secretos de la odisea en Oklahoma de Lon Chaney”.

Hubo un tiempo en el que millones y millones de espectadores se horrorizaban cuando el monstruoso Lon Chaney aparecía en la pantalla de los cines. Millones de personas se encogieron aterrorizadas cuando ese maestro de la mascarada interpretó de manera tan vívida y creíble sus papeles en The Miracle Man (El milagro), The Hunchback of Notre Dame (El jorobado de Nuestra Señora), The Phantom of the Opera (El fantasma de la Opera) o al más temible de los tres seres temibles de The Unholy Three (El trío fantástico).

El más grande de todos los actores de carácter llegó a ser famoso como el Hombre de las Mil Caras mientras interpretada dos, tres y incluso cuatro papeles en la misma película; pero muy pocos de los fans que le contemplaban conteniendo el aliento sabía que había dejado tras de sí un pasado trágico en la frontera de Oklahoma.

Muy pocos lo sabían, porque en lo sucesivo Chaney intentó desesperadamente olvidar la tragedia y la desesperación que había experimentado allí junto con su alegría y sus triunfos, y esa fue la razón por la que no se atrevió a mencionar los momentos más emotivos y llenos de significado de su vida en las narraciones autobiográficas.

No hizo ni la más mínima alusión a esa alegría o a esa desesperación hasta que empezó a preparase para el destino que, en cierta medida, había sido el tema de todas y cada una de las películas que interpretó. Pero entonces, justo antes de que la misteriosa mano de la muerte se cerrara alrededor de su garganta enferma y dolorida, pidió a los compositores que habían puesto música a sus películas más horripilantes que tocaran “Ríe, payaso, ríe” durante su funeral.

Quienes se extrañaron de que un payaso se alegrara en momentos tan tristes se sintieron todavía más perplejos cuando se leyó el testamento y últimas voluntades del gran actor. Al oír las últimas frases también pudieron imaginarse que la risa estremecedora de un horrible monstruo resonaba en la lejanía, pues descubrieron de repente que Chaney había legado a Cleva Creighton Chaney un billete de un dólar para “satisfacer cualquier reclamación que pudiera hacer”.

Incluso las amistades más íntimas de Chaney quedaron sorprendidas, pues hacía mucho tiempo que habían aceptado a la actriz Hazel Hastings como la única esposa y madre del único hijo de su viejo amigo. Todos se preguntaron quién podía ser Cleva Creighton Chaney.

El travieso bromista que murió con la sombra de una sonrisa en sus labios nació, muy adecuadamente, el Día de los Santos Inocentes de 1883 (es decir, el 1 de abril, que es el día de los Santos Inocentes en el mundo anglosajón) en Colorado Springs; pero se lanzó a la aventura en el Territorio de Oklahoma a la joven edad de veinte años, con la esperanza de iniciar una carrera teatral.

No tardó en verse atraído hacia el Brook Brothers Opera House de Guthrie. Este local –que en años posteriores pasaría a ser el cine Avon-, era considerado como el mejor de todo el Suroeste. Los apostantes que ganaban y perdían fortunas con una sola tirada de de dados en la sala de juego del sótano podían escapar fácilmente de las autoridades mediante un túnel que llevaba directamente a la estación de Rock Island, y los espectadores que atestaban noche tras noche aquel teatro lleno de dorados y terciopelos rojos veían actuar a los grandes de la escena del momento. Lon empezó a trabajar como tramoyista ganando tres dólares a la semana y durmiendo en un sofá del atrezzo entre bastidores, pero también aprendió los secretos del mundo del espectáculo y dominó los trucos del oficio.

Lon Chaney y Joan Crawford en "Garras Humanas" (The Unknown, 1927)

Los actores y actrices de más talento que actuaban en el teatro se percataron inmediatamente de que “estaba dispuesto a trabajar a todas horas”, y le enseñaron de buena gana los rudimentos de la interpretación. Lon, a su vez, demostró ser digno de la confianza que habían depositado en él haciendo continuos progresos. Después empezó a salir a escena, interpretando desde papeles sin frase hasta protagonistas cuando otros miembros del reparto no estaban disponibles. No tardó en ser conocido como “un espectáculo de un solo hombre”, y en 1904 decidió empezar a recorrer mundo con su espectáculo.

Por aquel entonces, John, su hermano mayor, estaba organizando una producción escénica con talentos del lugar en Colorado Springs. Después recorrieron el Suroeste con aquel espectáculo antes de instalarse en la Grand Avenue de Oklahoma City, que durante muchos años fue la gran arteria teatral y de diversiones de la ciudad.

La hermosa y vivaz Cleva Creighton se convirtió en su gran atracción. Sólo tenía quince años, pero la marquesina la anunciaba como “la chica de la voz de oro”, y cada noche Cleva derretía los corazones más endurecidos con su versión de la balada “Kathleen Mavoureen”. Lon Chaney fue uno de los muchos hombres que sucumbieron a su hechizo, pero también fue el único hombre capaz de hacer que el corazón de Cleva acelerase su latir.

Lon Chaney y Cleva se casaron el 31 de mayo de 1905, dos días antes de que Cleva cumpliera dieciséis años. El alcalde J. F. Messenbaugh celebró la ceremonia en su casa, en el 209 ½ Oeste de la Calle Mayor. Aquel político tan bien considerado tenía sus razones para estar interesado en la joven pareja. Messenbaugh era médico, y la madre de Cleva solía ayudarle en el desempeño de sus deberes profesionales.

De hecho, Mattie Creighton ayudaba a prácticamente todo el mundo en Oklahoma City. Había aprendido enfermería a través de la práctica, y proporcionaba todo lo esperado y necesario allí donde había una enfermedad. Hacía de madre de las jóvenes enfermas, consolaba a los ancianos acongojados, tranquilizaba a los apenados y aplacaba a los que se sentía frustrados. También trajo al mundo incontables bebés, pero no descansaba ni tan siquiera después de que los partos hubieran terminado bien. Mattie siempre se quedaba en casa –preparando las comidas y fregando los suelos-, hasta que la madre estaba totalmente recuperada.

Mattie vivió el más difícil de muchos partos durante la noche terriblemente fría del 10 de febrero de 1906 en una cabaña solitaria junto al lago Belle Isle de Oklahoma, donde trabajó diligentemente con su propia hija hasta que un niñito de piel azulada llegó al mundo. Un niñito de piel azulada que no se echó a llorar nada más nacer y que parecía estar muerto, un niñito que parecía no permitir ninguna esperanza hasta que su padre se apresuró a intervenir…

Lon arrancó el cuerpecito de los brazos temblorosos de Cleva y corrió con él hasta el lago helado que había junto a la cabaña. Sumergió al bebé aparentemente sin vida en las gélidas aguas y provocó un aullido de protesta junto con una repentina afluencia de vitalidad.

Todos nuestros lectores saben sin duda alguna que ese bebé acabaría siendo conocido en todo el mundo como Lon Chaney Junior, pero probablemente muy pocos –suponiendo que haya alguno-, saben que fue bautizado Creighton Tull Chaney en ese momento incierto en el lago Belle Isle, pues las razones ocultas detrás de ese nombre han sido olvidadas ya hace mucho tiempo.

Mattie Creighton proporcionó una razón cuando trajo al mundo con éxito al bebé que se llamaría como ella. Francis M. Tull, un fabricante de muebles de Oklahoma City, proporcionó otra razón cuando dio al orgulloso padre un empleo que le hacía mucha falta.

Lon caracterizado para "Casa del Horror" (London After Midnight, 1927)

El empleo era en la Tull’s Grand Rapids Furniture Company. Lon ganó quince dólares a la semana trabajando allí hasta comienzos del año siguiente, cuando su patrón construyó el Folly Theatre en el 125 West Grand. Después Lon Chaney completó en ese escenario el desarrollo del talento que posteriormente sería aclamado en todo el mundo. Siguió aceptando cualquier papel que se le presentaba, pero ahora cuando cambiaba de un papel a otro cambiaba algo más que su atuendo. Su expresión, su comportamiento e incluso su mismísima alma parecía transformarse con cada nuevo papel.

Pero los espectadores que acudían a ese teatro no podían ni soñar que un día las películas de Lon Chaney serían vistas en el Folly y en otros cines esparcidos a lo largo de la Grand Avenue.

Durante esos primeros años en la frontera de Oklahoma, Chaney trabajó entre bastidores mientras también aparecía en algunas escenas de las obras. Luego trabajó como encargado de producción en el Teatro Metropolitano, que abrió sus puertas en 1909. Allí fue donde descubrió los secretos del disfraz en el “cuarto verde” donde los actores y actrices se maquillaban a sí mismos, y Chaney creó una imagen que quizás habría sorprendido y asustado incluso al mismísimo Mr. Hyde.

Sustituyó su rostro por otro surcado por mil arrugas, quemado y amarilleado hasta el tono de la pasión más malévola y pervertido por ojos inyectados en bilis situados sobre una nariz muy delgada. A Chaney le divertía asustar a las coristas del Metropolitan con su horrendo maquillaje apareciendo de repente en los oscuros pasillos del teatro para interponerse en su camino, y normalmente las coristas chillaban hasta que aquella mueca siniestra daba paso a una sonrisa traviesa.

En 1910 Chaney fue a Los Angeles con una compañía itinerante en la que trabajó como payaso bailarín, pero en cuanto llegó a la tierra prometida de la gran ciudad descubrió que no había ninguna demanda de cabriolas y payasadas; por lo que transcurrieron más de seis meses antes de que pudiera poner los pies por primera vez en un escenario.

Pero mientas tanto la vida de su esposa de Oklahoma mejoró de manera increíble, y la bulliciosa y atractiva Cleva Creighton se convirtió en la gran estrella de los cabarets de aquel Estado. Cleva descubrió que los hombres que frecuentaban aquellos locales adoraban su compañía. A ella también lee gustaba reír sus chistes subidos de tono, y se reunía con ellos entre actuación y actuación para acompañarles en una ronda de bebidas. Una ronda seguía a otra, lo que acababa dando como resultado invariable un estado de embriaguez total.

Sin embargo, Lon no protestó hasta que encontró una carta que Cleva se había olvidado de echar al correo. La carta iba dirigida a su “muchacho más querido”, un encargado de barra que era uno de sus favoritos, y estaba llena de quejas referentes al “trabajo, trabajo y más trabajo”. El rayo que trastornó su matrimonio surgió de la acalorada confrontación que siguió al descubrimiento de esa carta, pero durante varias semanas solo hubo truenos.

Mientras tanto, Lon volvió a hacer su número de payaso-bailarín, no obstante sus compañeros de trabajo se dieron cuenta de que su rostro pintado parecía particularmente triste entre actuación y actuación. Además, sus enormes labios pintados de blanco y agrandados con maquillaje sólo servían para enfatizar el obvio torbellino emocional que se ocultaba detrás de ellos.

Una noche, Lon irrumpió en el escenario como la alegría personificada. Su rostro se fue iluminando a medida que sus pies se movían ágilmente siguiendo la melodía de un banjo de tres cuerdas, y las bromas y los chistes fluyeron de su boca. El deleite de los espectadores se fue intensificando cuando Lon empezó a ofrecerles las estrofas y compases de “El vagoncito rojo que va detrás del tren”, y empezaron a aplaudir encantados cuando Lon encendió un gigantesco puro rojo. Después rieron a carcajadas cuando dejó escapar un enorme chorro de humo, y silbó imitando a un tren.

Los espectadores siguieron rugiendo su aprobación hasta que oyeron un grito de mujer. Luego vieron con asombro como Cleva surgía de entre bastidores y se lanzaba a los brazos de su esposo, y contemplaron con perplejidad cómo caía al suelo mientras un fluido venenoso goteaba de sus labios.

Chaney en "El Trío Fantástico" (The Unholy Three, 1930)

Chaney estaba más asombrado que ellos, pero llevó a la pobre Cleva hasta una ambulancia que había venido a toda velocidad. Permaneció junto a ella hasta que, justo antes del final de aquella noche horrible, Cleva dejó de correr peligro. A continuación salió del edificio andando a grandes zancadas sin lanzar ni una sola mirada por encima del hombro. Salió del edificio y se alejó hacia el amanecer de una nueva existencia.

Los titulares de los periódicos pregonaron la terrible historia: “¡Cantante de cabaret intenta suicidarse tomando veneno! Los médicos del Hospital del Condado han declarado que Cleva Creighton no para de llamar a su pequeño”.

Cleva no volvió a ver a su pequeño hasta que se hubo convertido en un hombre. Para aquel entonces, había sobrevivido a un golpe terrible detrás de otro, pues el líquido venenoso que no consiguió quitarle la vida había destruido sus cuerdas vocales. Cleva nunca más pudo volver a trabajar como cantante profesional.
Lon Chaney se convirtió en el más grande de todos los actores de carácter sólo después de haber aplicado la experiencia que había adquirido mientras interpretaba una amplia gama de papeles en los teatros de Oklahoma.

Lon Chaney dio vida a los monstruos más monstruosos de la literatura sólo después de haber utilizado los secretos del disfraz que había aprendido en los cuartos verdes de Oklahoma.

Y mientras tanto, la pobre Cleva cocinaba para cincuenta obreros bajo un sol abrasador en una tienda cerca de Oxnard. Nadie se acordaba del pasado que había compartido con Chaney, y Cleva nunca intentó reanudar su relación.

Chaney no volvió a mencionar el nombre de Cleva hasta que empezó a prepararse para morir. Entonces quizá se acordó de su última interpretación como payaso que no paraba de reír, pues pidió que en su funeral se tocara “Ríe, payaso, ríe”.

Pocos días después del funeral, Cleva se enteró de que era mencionada en el testamento de Chaney. Le había dejado “un billete de un dólar”, que supuestamente era “todo lo que se le debía y la satisfacción a cualquier reclamación que pudiera hacer”.

¿Cómo se gastó ese dólar?

Cleva compró las flores que esparció sobre la tumba de Chaney, pues aún recordaba con ternura todo lo que él había intentado olvidar con todas sus fuerzas.


Tomado de Revista "Fangoria" Nº 30, Junio 1994

14 de abril de 2008

El tesoro en la matrioshka : "El Orfanato" de Juan Antonio Bayona

Precedida de buenos comentarios y multipremiada en la última edición de los Goya, llega a cartelera “El Orfanato”, ópera prima de Juan Antonio Bayona, presentada nada menos que por Guillermo del Toro en la producción.

La película abre con unos pequeños niños corriendo en un inmenso jardín, parte de una mansión victoriana cuya presencia es imponente en medio de un paisaje bucólico. El infantil ¡Un, dos, tres… Toca la pared! que se presenta tan inocente ante nuestros ojos, será luego una pista juguetona y a la vez macabra para desentrañar el misterio de la desaparición de un niño al cual su madre adoptiva Laura (Belén Rueda), busca desesperadamente. El hijo perdido se convertirá entonces en la obsesión que la hará transitar entre la locura, la paranoia y una supuesta certeza del mal existente en la casa que antes habitó como una huérfana y que ahora pretende convertir en un albergue para niños discapacitados.

Es en este punto que “El Orfanato” nos remite a la que quizás es una de las mejores adaptaciones literarias en el cine de terror, “Los Inocentes” de Jack Clayton, versión fílmica de la novela “Otra vuelta de tuerca” de Henry James. Al igual que Deborah Kerr, la protagonista recorre solitaria los pasillos de la enorme casa en espera de respuestas, no solo a la búsqueda de su niño enfermo, sino también a esa duda que la atormenta desde que su hijo empezó a tener varios amigos imaginarios. La heroína se aferrará a indicios que, para su desesperación, solo ella podrá percibir, pero que también se presentan “coherentes” en el marco de la historia para el espectador, logrando así el director darle cierto clima de ambigüedad, algo que Alejandro Amenabar también incluyó en “Los Otros”.

Además de las películas ya mencionadas, las referencias fílmicas continúan en una suerte de mix de tópicos clásicos del género. Dicen “presente” desde “Poltergeist”, “Sexto Sentido” hasta algunos guiños a la japonesa “Dark Water” de Hideo Nakata a los que Bayona pretende dar “una vuelta de tuerca”, apostando por elementos de drama psicológico en el personaje de Belén Rueda, que está muy bien retratada en los límites de la insania y lo sobrenatural.

La presencia de los niños en los filmes de terror, siempre ha resultado inquietante, más que nada por la asociación inmediata a la inocencia y a la fragilidad. Por eso, las primeras apariciones de Simón (Roger Príncep), el hijo de Laura, deleitándose con la sorpresa y el miedo que le produce a su madre cuando la hace partícipe de los juegos con su demás “amigos”, son agobiantes. En ese mismo tono, el casi siempre cubierto Tomás, que portando una máscara hecha a trancos con un pedazo de saco viejo y unos botones por ojos, hace que su presencia sea escalofriante.

Lo lúdico es esencial en esta cinta y el cineasta español ha sabido filmar “El Orfanato” en esa clave. La cámara se mueve reparando en pequeños detalles, en piezas que luego inevitablemente tendremos en cuenta para armar el rompecabezas final. Al igual que la matrioshka que Laura va desentrañando hasta llegar a la muñeca más pequeña en ese juego de búsqueda del tesoro, la mansión también aguarda por ser descubierta hasta su última puerta, hasta su último rincón, en su afán de expiar las culpas, de liberarse de esa tristeza que la embarga por ser testigo de terribles sucesos.

La puesta en escena es otro elemento a destacar. La ubicación de la casa, la casi ausencia del sol, las grandes habitaciones siempre lúgubres, las máquinas de juego oxidadas y chirriantes que se mueven con un viento que siempre trae hojas secas, refuerzan el ambiente gótico en el que se desarrolla la trama y en el que los personajes aparecen en tonalidades ocres, como si siempre se tratara del pasado, como si estuvieran atrapados en el tiempo.

Existen secuencias muy bien logradas, como las de los juegos, la fiesta de inauguración del albergue con esos invitados enmascarados (que en algo me hizo recordar a “El Resplandor” de Stanley Kubrick) y la muerte de una trabajadora del ex – orfanato, que aumentan la tensión y son capaces de provocar algún sobrecogimiento en el espectador.

A pesar de todos los méritos que tiene, “El Orfanato” no logra cuajar y esto es obvio en el transcurso de la última media hora (que por contradicción es la del clímax), deviniendo en un final que se tornaba previsible. Asimismo, los últimos minutos sobran por explicativos y por un detalle que no aporta nada, más que sensiblería fuera de lugar. Sin embargo, dado el oficio mostrado por Juan Antonio Bayona, esperamos más trabajos que puedan confirmar y superar las dotes mostradas en esta su primera película.

10 de abril de 2008

El legado de Rafael Azcona

El mes pasado nos dejó a los 81 años, Rafael Azcona, uno de los más grandes guionistas de habla hispana. Este español que trabajó con Marco Ferreri, Luis García Berlanga, Carlos Saura, Fernando Trueba, entre otros, fue el responsable de numerosos títulos que se cuentan entre lo mejor de la cinematografía mundial. A razón de ello, y gracias a YouTube - qué haríamos sin él - dejo por aquí un excelente reportaje (en dos partes) realizado a manera de homenaje en el programa "Días de Cine" de TVE, llamado "De profesión, sus guiones" que repasa su filmografía, además de incluir extractos de una entrevista a Azcona. Aprovechen y vean los videos antes que hayan problemas con el copyright

1era parte:

2da parte:


7 de abril de 2008

"She did it the hard way": Centenario de Bette Davis

El sábado 05 de abril, se conmemoraron cien años del nacimiento de Bette Davis, una de las más grandes actrices de la historia del cine. Como no podía ser de otra manera, este blog cuyo nombre se debe en absoluto al personaje que interpretó magníficamente en "All About Eve", quiere homenajearla reseñando parte de su extensa filmografía con estas 17 cápsulas. Espero que las disfruten.

1) Cautivo del Deseo (Of Human Bondage, 1934)

El poder sexual es una de las fuerzas más esclavizantes y demoledoras que existen. Otras son la manipulación y el chantaje. ¿Qué sucede cuando se echa mano de ellas? El abismo espera a la víctima que se entrega a un verdugo que, por añadidura, tiene ojos hermosos y distantes. Philip (Leslie Howard) arrastra ese castigo como hace con su pierna coja, aguardando el amor de Mildred (Bette Davis). La actriz consigue su primera nominación al Oscar con este filme de John Cromwell

2) La Mujer Marcada (Marked Woman, 1937)


Bette Davis encontró un papel hecho a su medida como la temperamental e inteligente Mary Dwight, en este filme dirigido por Lloyd Bacon. En los años 30 abundaron películas sobre la mafia y aunque ésta pudo ser solo aleccionadora, debido a la censura impuesta por el Código Hays, se arriesga mirando con simpatía a las prostitutas de los clubes nocturnos, presentándolas como víctimas del abuso y el prejuicio, pero también como las únicas capaces de sublevarse ante el poder y la muerte.

3) Jezabel (Jezebel, 1938)

Antes que la conocidísima Scarlett, otra rebelde sureña se desvivió por amor. En una época en que lo que más importa es no subvertir las reglas sociales, Julie (Bette Davis) al igual que la reina que da título al filme, escandaliza por desafiar rancias costumbres. Las sociedades reprimen con el repudio a quienes quieren salir del molde. Ni el amor permite esas libertades, quedando solo el sacrificio. Davis jamás lució tan hermosa como en esta cinta de William Wyler, que le dio el Oscar.

4) Amarga Victoria (Dark Victory, 1939)

El manejo eficaz del drama es lo que demuestra Edmund Goulding con esta película que en manos de otro director pudo haberse convertido en un discurso lacrimógeno. Claro, que Bette Davis con su actuación contribuyó bastante a que ello no sucediera, imprimiendo dignidad a Judith Traherne, personaje que afronta una muerte inminente. Con semejante argumento, la actriz corría el riesgo de caer en el efectismo y la sobreactuación. Sin embargo, Davis salió airosa consiguiendo ser nominada al Oscar.

5) La Solterona (The Old Maid, 1939)

El sur estadounidense siempre fue testigo de historias de mujeres amantes y sufrientes. Esta película ambientada en el 1800, no es la excepción, confirmando además las dotes del hábil Edmund Goulding. Bette Davis se ve vivaz, opaca y crepuscular a medida que van pasando los años. Todos son felices a su alrededor, pero ella tiene que disimular, aparentar, ocultar su propia maternidad por el qué dirán y porque para estallar existe un tiempo y el suyo ya ha terminado.

6) El Cielo y Tú (All This, and Heaven Too, 1940)


En la Francia del siglo XIX, todo lo que importaba era hacer las reverencias correctas, evitar las expresiones impropias y sobre todo contener la pasión, aunque ésta pidiera a gritos ser liberada. Anatole Litvak, recreó este mundo de trajes y apariencias, en el que es difícil que el amante salga ileso, pues en su accidentado camino puede encontrar la muerte o el desprestigio. Bette Davis está magnífica como la institutriz Henriette, mostrando en cada plano su impotencia disfrazada de honor.

7) La Carta (The Letter, 1940)

Unos disparos, una mirada fría y la luna de Singapur como testigo. Así empieza esta película donde se reencuentran Wyler y Davis como protagonista nominada al Oscar. El misterio deviene en drama, con secuencias en las que se respira un aire cargado, acaso fatal. El velo blanco que lleva la actriz para ocultar su rostro, solo acentúa las sombras que la acompañan en la expiación de la culpa. Y en ese tránsito, la condenamos y compadecemos, aunque suene contradictorio.

8) La Loba (The Little Foxes, 1941)

El tercer y último trabajo de la dupla Wyler – Davis, le dio uno de sus papeles más recordados valiéndole una nueva nominación al Oscar. Es que es difícil olvidar a una Regina Giddens imperturbable frente al ataque cardíaco de un marido que implora ayuda. La actriz construyó soberbiamente un personaje que bien pudo lucir solo un cariz sensual en esta cinta en que la podredumbre de una aristocracia inescrupulosa es develada por el director experto en retratos sociales.

9) Como Ella Sola (In This Our Life, 1942)

Por esos años, la maldad nunca fue recompensada, aunque en la realidad sucediera lo contrario. Así sucede en esta adaptación de la novela de Ellen Glasgow, que dirigiera John Huston. Lo que incrementa el valor de la cinta (en la que es previsible el destino de la protagonista) es, de lejos, la actuación de Bette Davis a la que vemos hacer de las suyas, como siempre deliciosamente. Lástima que el Código Hays haya quedado tan bien servido con esta historia.

10) La Extraña Pasajera (Now, Voyager, 1942)

Wong Kar-Wai, tan de moda actualmente, le debe bastante a los clásicos melodramas románticos. Uno de ellos es este filme con el que Bette Davis alcanzó su sexta nominación al Oscar. El sentido de libertad, el hallazgo de un amor tardío e imposible son temas tratados en esta cinta dirigida por Irving Rapper y en la que somos testigos de la transformación espiritual y física de una mujer a la que a falta de la luna, le bastan las estrellas.

11) Mas Allá del Bosque (Beyond the Forest, 1949)

Una variación de la heroína de Gustav Flaubert en clave fatal, es la que nos presenta King Vidor en el personaje de Bette Davis. El director aplicó las dosis de drama y film noir justas, mostrando en pantalla toda la seducción e inconformidad de una mujer que cree ciegamente que su destino podría ser distinto si dejara ese pueblo miserable. La actriz luce malvada, calculadora, desesperada y vencida, a la vez, mostrando sus cualidades camaleónicas de una escena a otra.

12) Eva al Desnudo (All About Eve, 1950)

La ambición y la falta de escrúpulos se camuflan fácilmente en un ambiente como el teatro en el que las máscaras abundan. Los únicos que salen indemnes son aquellos que por poseer la misma maldad, saben reconocerla. Joseph Mankiewicz aborda con maestría el competitivo mundo de las tablas, en el que es además, un homenaje a las actrices de verdad, esas criaturas temperamentales. Davis estuvo insuperable como la mordaz Margo Channing, consiguiendo otra nominación al Oscar y el premio del Festival de Cannes.

13) Banquete de Bodas (The Catered Affair, 1956)

Richard Brooks añadió algo más de emotividad a la carrera de Bette Davis que protagoniza esta cinta sobre sueños perdidos, la realización a través de los hijos y el matrimonio. Guardar un buen recuerdo de la fecha de la boda se convierte en una gema que resistirá los malos tiempos que vendrán inexorablemente con la vida en común. La actriz junto a Ernest Borgnine dibuja un retrato familiar bastante creíble que permitió al espectador común identificarse con su problemática.

14) Un Gángster para un Milagro (Pocketful of Miracles, 1961)

Frank Capra tenía la capacidad de hacernos creer que se podía tener esperanza en la gente, que el mundo era un poquito mejor. Siempre ha sido necesaria una buena cuota de optimismo, por más que la realidad matara la ilusión. Con esta, su última película, el mágico technicolor nos permite apreciar los hermosos ojos azules de Bette Davis que aquí disfruta a carcajada pelada (con esa risa impagable) y llora, conmoviéndonos siempre. Durante más de dos horas, tenemos carta libre para soñar.

15) ¿Qué fue de Baby Jane? (What Ever Happened to Baby Jane?, 1962)

“No hay peor odio que el de la propia sangre”, decía Camilo José Cela en una de sus novelas. Robert Aldrich suscribiría esa frase. Una relación de hermanas descompuesta por el favoritismo de los padres y la envidia. Una reflexión sobre la fama y su efímera chispa. Decadencia, locura y muerte. Eso y más es esta cinta en la que Bette Davis como Baby Jane Hudson, libró una batalla interpretativa con otra grande, Joan Crawford, consiguiendo su undécima nominación al Oscar.

16) Canción de Cuna para un Cadáver (Hush... Hush, Sweet Charlotte, 1964)

Luego de “¿Qué fue de Baby Jane?”, Aldrich dirige este filme en el que una canción es el arma que desata la insania de una Bette Davis con una culpa difícil de cargar. Se perciben en la pantalla, pinceladas del maestro Henri-Georges Clouzot y su thriller “Las Diabólicas”, sin ser esto ningún demérito porque Aldrich maneja perfectamente la puesta en escena y los toques macabros, además de dirigir perfectamente a sus actores. Se agradecen las altas dosis de grand guignol.

17) Las Ballenas de Agosto (The Whales of August, 1987)

Lindsay Anderson reflexiona sobre la vida, visitando un pasado de risas pintadas en sepia, de ballenas que emigran en Agosto, de realeza ya inexistente. El ritmo contemplativo y pausado de esta película acompaña el andar de unos protagonistas que admiten serena y sabiamente el curso de los días. Bette Davis junto a Lillian Gish y Vincent Price saben que en el crepúsculo no permanecen los cabellos dorados, ni la lozanía; aunque la costa y el mar azul parezcan los mismos.

3 de abril de 2008

Ya salió la última edición de godard!

Como cada trimestre, la revista godard! ya está a la venta presentando un contenido amplio e interesante que vale la pena leer. Encontrarán en este número 15, un dossier sobre los 80 Años del Oscar; especiales acerca del Western y el personaje Jesse James, a propósito del estreno de la última película protagonizada por Brad Pitt y el sorprendente Casey Affleck; artículos sobre el cine de los hermanos Coen y Paul Thomas Anderson; una revisión a la filmografía del holandés Paul Verhoeven; un homenaje a Bette Davis por su centenario; un ensayo sobre el paso del legendario D.W. Griffith por la Biograph, una mirada al realizador Nuri Bilge Ceylan ; cine peruano; cine chileno; entrevista a Víctor Mejía a razón de la publicación de su libro “Ilusiones a Oscuras”, críticas a los últimos estrenos de cartelera; etc.

Como ven es una edición imperdible. Pueden adquirirla en las principales librerías, kioscos y supermercados.

1 de abril de 2008

"El hombre de las mil caras" cumple 125 años

El 01 de abril de 1883 en Colorado Springs, E.E.U.U, nacía Leonidas Frank Chaney, quien años después se convertiría en la estrella indiscutible de esas primeras décadas de auge del cine de terror en el que las palabras sobraban. Antes que Bela Lugosi y Boris Karloff, Lon Chaney era el nombre que atraía a miles de espectadores hambrientos de emociones intensas.

Lo llamaban “El hombre de las mil caras” por su capacidad de transformarse, creando su propio maquillaje y adaptando su cuerpo al personaje. Así fue Quasimodo en “El Jorobado de Notre Dame” (The Hunchback of Notre Dame, 1923), Erik, en El Fantasma de la Ópera” (The Phantom of the Opera, 1925), Alonzo “sin brazos” en “Garras Humanas” (The Unknown, 1927), entre muchas otras caracterizaciones que exigían ser un camaleón constante y por añadidura con habilidades extraordinarias, capaz de filmar enfundado en un arnés que ocultaba sus brazos o utilizando sus pies como manos para beber, fumar, etc.

El Jorobado de Notre Dame, 1923

Su gran aliado fue ese otro genio del terror y de lo bizarro, Tod Browning, con quien compartía un pasado de teatros populares y el amor hacia lo que despectivamente se denomina “distinto”. Realizaron juntos numerosas películas, entre ellas la ya mencionada “Garras humanas”, “El Trío Fantástico” (The Unholy Tree, 1925) y la mítica “Casa del horror” (London After Midnight, 1927), cinta que todos los amantes del género soñamos ver y con la que de cuando en vez nos juegan bromas sobre la existencia de una copia. Nada de nada. Solo nos queda conformarnos con los fotogramas y seguir soñando.

El Fantasma de la Ópera, 1925

Un cáncer a la garganta truncó la posibilidad de interpretar al Conde Drácula en la adaptación que hiciera Browning de la obra de Bram Stoker, en la que hubiera sido su segunda película sonora tras filmar el remake de “El Trío Fantástico” dirigido por Jack Conway. Ya sabemos a quien Browning dio el papel, y aunque el resultado sea estupendo, no podemos evitar pensar en cómo hubiera sido interpretado ese monstruo seductor en la piel de Chaney.

El gran Lon Chaney, con más de cien películas a cuestas, falleció a los 47 años víctima de la enfermedad que padecía el 26 de agosto de 1930, llevándose consigo una época irrepetible. Desde aquí te celebramos, maestro!