9 de septiembre de 2010

Festival de Lima 2010: Norteado de Rigoberto Pérezcano

México tuvo dos muy buenas representantes este año. Una de ellas fue Norteado, de Rigoberto Pérezcano, cinta que pasó desapercibida para el jurado oficial, pero no para la Asociación de Prensa Cinematográfica (APRECI), que le otorgó su premio a la mejor película de ficción del festival. La cinta destacó por tocar un tema tan delicado como la inmigración ilegal sin los efectismos que se pueden encontrar en muchos filmes que abordan esa problemática.

Con un registro pausado, seguimos a Andrés García (Harold Torres) en su deambular por Tijuana y en su persistencia por cruzar “al otro lado”. Un sueño que no empalidece, ni siquiera cuando logra cierta estabilidad como empleado de una bodega. Nada lo hará perder de vista esa meta custodiada por extranjeros poco amables.

Uno de los puntos fuertes del filme de Pérezcano es su alejamiento de cualquier ceremonia y/o dramatismo exacerbado. En Norteado no hay discursos sobre la patria, la pobreza o el desamparo al que se enfrentan los inmigrantes. Muestra de ello son las escenas que tienen lugar en la dependencia estadounidense, encargada de deportar a los temerarios atrapados en el intento: hay frustración, más no lágrimas. La cámara se posa en los rostros recios de aquellos que han pasado por ese trance más de una vez, y a quienes esos guardias de cabello rubio de seguro volverán a ver.

Ese alejamiento de las complacencias también se traslada a la relación de Andrés con los demás personajes, los cuales no repiten tópicos de villanos o ángeles guardianes. Simplemente están allí, y son parte de esa cotidianeidad transitoria del protagonista. Por otro lado, el romance nunca adquiere el tono simplón del regodeo cursi, o, lo que es peor, del sexo explotado sin razón, sino que es presentado de forma espontánea y creíble, dejando, también, espacio para el humor. En su sobriedad, Norteado logra conmover delicadamente. La imagen final -ese sillón providencial que se pierde entre los autos bajo un calor abrasador- es antológica.

2 de septiembre de 2010

Los primeros pasos de Bresson: Los ángeles del pecado (1943)

El inicio se parece mucho al de una película de misterio. Un grupo de monjas alrededor de una mesa planea lo que parece ser una operación prohibida a ser realizada del modo más subrepticio. Inquieta la orden de la madre superiora a sus subordinadas: Rezar para que la empresa llegue a buen puerto. La cámara nos ofrece un plano general de la sala atestada de religiosas que empiezan un cántico, para luego mostrar el rescate de una ex prisionera y su traslado a un convento.

Estamos, sin embargo, ante un rescate espiritual que involucra un aislamiento de lo terrenal. El resultado es un lugar en el que la vocación nata se mimetiza con el refugio desesperado de apuradas conversas que no encuentran salida en el mundo. Dios se confunde entonces, como signo de devoción y alternativa para sobrevivir.

El drama se hace manifiesto cuando estas motivaciones se confrontan a través de sus protagonistas: La redentora Anne-Marie (Renée Faure) y la indomable Thérèse (Jany Holt). Cada una buscará imponerse en una batalla de fe y practicidad, en la que la moral cristiana es vista con un ánimo respetuoso, pero a la vez escudriñador. Así, se encuentran secuencias en la que se muestra a la congregación como centro en el que afloran inquinas personales y comportamientos disimulados para ganar un favor superior o mantener las formas que manda el rigor del hábito.

Es interesante también, cómo Bresson filma la relación entre los personajes principales, a los que cubre de un halo por demás extraño. Hay mucho de obsesión y locura en estas mujeres, en cuyas acciones podría encontrarse un costado romántico, sobre todo de parte de la devota Anne-Marie quien queda prendada de los arrebatos de Thèrése en una visita a la prisión. La mirada que le brinda es la de una persona seducida por la rebeldía y por qué no, por el dolor. Su contraparte actúa como inductora a la corrupción, ante el abrumador discurso de pureza de la religiosa. Con esos senderos opuestos, la mecánica que se desarrolla es la de un amor no correspondido y que, por ende, se encuentra destinado al fracaso.

Los Ángeles del Pecado, cuenta con varios elementos de los que Bresson se desprendería en su posterior búsqueda estilística, por lo que al igual que Las Damas del Bosque de Bolonia, no era especialmente apreciada por él. No obstante, es una cinta que desde su tratamiento ya permitía vislumbrar su mirada crítica y humanamente conmovedora.