23 de enero de 2008

La catarsis de Jules Dassin: RIFIFI (1955)

En los cincuentas, en plena guerra fría, la paranoia estadounidense frente a la Unión Soviética y el régimen comunista hizo que se mirara con sospecha a cualquiera que en el gesto más mínimo pareciera comulgar con tales ideas, surgiendo así la caza de brujas conocida como “Macartismo”, campaña de delaciones y denuncias sin sustento impulsada por el senador Joseph McCarthy con la que se buscaba “acabar” (así entre comillas) con cualquier asomo socialista y con posibles colaboradores o espías rusos.

Con el Macartismo, el cine norteamericano vivió una de sus épocas más oscuras. Muchos artistas de la industria abandonaron Hollywood voluntariamente o bajo amenaza y buscaron refugio en Europa tratando de respirar un aire de libertad de pensamiento y creación.

Entre los muchos que inmigraron, se hallaba el director Jules Dassin, quien al ser incluido en la lista negra de McCarthy, tuvo que abandonar suelo norteamericano. En ese contexto de exilio, realiza en Francia en 1955 “Du rififi chez les hommes”, más conocida como “Rififi”, una obra maestra del cine negro por donde se mire.

Tony Le Stephanois (Jean Servais) acaba de salir de la cárcel y la ansiada libertad no es lo maravilloso que alguien pueda imaginarse: no tiene trabajo, ni dinero y su amada Mado (Marie Sabouret) está en brazos del mafioso Pierre Groterre (Marcel Lupovici) que le provee lo que él algún día le dio, pero que ahora está fuera de sus posibilidades. Jo (Carl Möhner) un amigo al que no delató cuando cayó en manos de la policía, es quien lo acoge y el que además le propone realizar el “atraco perfecto” junto a un par de compinches más, Mario Ferrati (Robert Manuel) y César (el mismo Jules Dassin). El blanco es una joyería y la experiencia les dice que no será difícil, que esta vez todo resultará sin complicaciones, que por fin con el botín lograrán retirarse de la vida criminal. La experiencia lo dice, sin embargo ¿es tan fácil salir del infierno?

En el cine negro o noir predominan - como bien señala su nombre - los ambientes lúgubres (herencia del expresionismo), los móviles sórdidos que impulsan a los personajes y el destino cruel del que contadas veces se podrá escapar, lo que se conoce como “pesadilla fatalista”. El azar guiado por la fatalidad, no puede existir un escenario más terrible. En ese terreno, cual arena movediza, los personajes vagan primero con calma y con desesperación después al notar que el hundimiento es inexorable, que de nada sirve lo que se haga pues la muerte está allí esperando. Todo es inútil.

El único que parece presentir esto es Tony Le Stephanois quien refleja en su rostro adusto y en cada movimiento una mezcla de extrañeza y tristeza. Sentimientos que de seguro también debía sentir el director en su condición de exiliado. Tony es Dassin y su rabia contenida solamente puede ser liberada cuando tiene por fin el encuentro con Mado y puede castigarla por el dolor que le causa. Cuando por fin los demonios de Dassin se calman un poco.

Un halo de pesadumbre cubre “Rififi”, y tenemos la sensación de ver a Tony y a sus compañeros como a través de un vidrio roto, como si asistiéramos a sus últimos días. Incluso la vivacidad del número de music-hall en el que canta la exuberante Viviane (Magali Noel), y que pareciera un respiro refrescante en la cinta, es por contradicción el punto de partida de la tragedia, y que además curiosamente tendrá como responsable al personaje que interpreta Jules Dassin. No cesaba el exorcismo.

La secuencia del robo es magistral. Vemos a Le Stephanois y sus colegas cumplir con cada paso de lo planeado tan cuidadosamente, sin perder ningún detalle. El director hábilmente omitió los diálogos y música durante los casi 20 minutos que dura esta secuencia, logrando que nos concentremos en sus gestos, en su angustia, aumentando así el suspenso.

El epílogo está filmado de forma vertiginosa, mostrándonos el deterioro del protagonista en la alocada carrera, desarrollando la catarsis de la que también somos parte y en la que solo la inocencia puede estar a salvo.

7 de enero de 2008

El Extraño Viaje y Pulp Fiction: ¿Referencia o Coincidencia?

Hace pocos días, luego de una larga búsqueda, pude ver por fin “El Extraño Viaje” (1964) de Fernando Fernán Gómez (que espero comentar próximamente en este blog), y en los primeros minutos me di con una sorpresa que ahora comparto con ustedes.

Se dice que la referencia que utilizó Quentin Tarantino en "Pulp Fiction" para la famosa secuencia del baile entre Mia Wallace (Uma Thurman) y Vincent Vega (John Travolta), fue otro gran momento en la historia del cine en la que bailan Odile (Anna Karina), Arthur (Claude Brasseur) y Franz (Sami Frey), protagonistas de “Bande á part” (Banda Aparte), filme realizado el mismo año que el de Fernán Gómez. Este homenaje no extrañaría a nadie, pues Tarantino es gran admirador de la obra de Jean-Luc Godard, incluso su productora tiene el nombre de la película que acabo de mencionar.

No obstante, al ver la espléndida “El Extraño Viaje” esto no me queda muy claro. Tarantino es un gran cinéfilo y no sería nada raro que haya visto la cinta española. Por supuesto, estamos en el terreno de la especulación. Qué dicen ustedes: ¿referencia o simple coincidencia? Ojo, que no estoy diciendo que sean exactamente iguales. Los dejo con las imágenes para que juzguen.

PULP FICTION:


EL EXTRAÑO VIAJE: