31 de agosto de 2010

Festival de Lima 2010: Carancho de Pablo Trapero

La ausencia de Carancho fue quizás la más notoria en la lista de premiadas en la competencia de ficción del último Festival de Lima. En esta cinta, Pablo Trapero hace gala, una vez más, de su destreza para introducirnos -sin clichés- en ese Buenos Aires exento de glamour. Sosa (Ricardo Darín) es un habitante del infierno porteño, un abogado sin licencia que persigue y propicia accidentes de tránsito para hacerse con una tajada de seguro automovilístico. En una noche habitual de “laburo”, el amor se cuela entre el olor a muerte y a calle sucia, cuando conoce a Luján (Martina Gusmán), una médica de ambulancia. Es así que esta película -que solo aparentaba ser un drama de tintes criminales- se convierte en una historia romántica.

Este romance entre dos perdedores, entre dos animales heridos; es una especie de amour fou. Y ese sentimiento es, precisamente, la condena de ambos. El particular equilibrio que llevaban en solitario -él, inserto en la corrupción de su oficio, y ella, sosteniéndose a punta de pinchazos- se termina con la aparición del otro, haciendo que la salvación se encuentre muy lejos de alcanzar. La decisión moral adoptada por Sosa -y alentada por Luján-, tras el fallido atropello “provocado” de un amigo, solo puede esperar una respuesta violenta de los capos de una jauría que buscará devorarlos para restaurar la abyecta normalidad. El director erige a sus protagonistas como héroes, como mártires dispuestos a resistir golpizas, presas de un mundo brutal. En ese sentido, la cruda violencia de Carancho es consistente durante todo el metraje. Los rostros sanguinolentos y huesos fracturados encuentran plena justificación.

La sexta película de Trapero es intensa y funciona muy bien en la sordidez que muestra. El único punto que chirría es el desenlace, en el que no convence la opción de la “paradoja” de un último accidente -más propia del thriller puro, que de una trama que tenía más visos de romance o drama heredero del noir. No obstante, la energía y el pulso desplegados en Carancho hacen imposible que no se la cuente entre lo mejor del festival, pese a ese final que no llega a convencer.