
Con el nombre de la heroína de la mitología griega que desafiaba en carreras imposibles a los hombres que la pretendían, L´Atalante se puede resumir en una sola palabra: belleza. Jean Vigo nos entregó la historia de dos personas que se aman y punto. Claro que con lo que esto significa. Todo el proceso de adaptación que involucra la vida en pareja, los primeros desencuentros, los románticos cuchicheos y sonrisas.
Esta trama tan simple se nos presenta con imágenes de una sensibilidad muy delicada, plagadas de lirismo en sus situaciones cotidianas. Los tintes surrealistas son evidentes en el film, pues Vigo se vio influenciado por los primeros trabajos de Buñuel (Un chien andalou, 1929 y L´Age D´Or, 1930), así como por los vanguardistas, considerándosele como uno de los precursores del “realismo poético francés”, movimiento que también tuvo entre sus exponentes a Jean Renoir y René Clair.
Así emprendemos un viaje entre lo realista y lo onírico, entre la crítica social y el romance. Las bellas estampas costumbristas encuentran contraste con las imágenes de obreros que hacen largas filas para optar por un trabajo que escasea, retratando el clima de un París post guerra que aún no se recuperaba.
L´Atalante además está cargada de un erotismo fascinante. Las imágenes de los recién casados mimándose y diciéndose al oído cosas que no escuchamos, pero que por sus rostros podemos intuir que son de lo más íntimas, son deliciosas, destacándose la escena en la que Jean y Juliette, separados ya, sueñan el uno con el otro denotando toda la pasión que se tienen.
Se ha señalado ya que el film cuenta una historia bastante sencilla, por lo que el final no es ninguna sorpresa, sin que esto signifique que disminuya su valor, pues el mérito radica en la forma en que Vigo nos la ha contado, fascinándonos con este viaje ensoñador en el que también son parte muchos gatos, que colaboran a construir las bellas escenas que apreciamos.
Retomando el final que se mencionó. Será el excéntrico abuelo Jules el que se encargue de buscar y hallar a Juliette, a fin de sacar a su jefe del estado depresivo en que se encuentra. Jean por su parte, ya ha comprobado sumergiéndose en el río (tal como le dijera su amada al inicio del film), lo que ya sabe: Juliette es el amor de su vida. Ha logrado verla danzando con su vestido de novia, cuyos velos se confunden con las algas. Por eso la espera animado y ansioso, aunque por orgullo trata de contenerse cuando por fin la tiene delante, no obstante, basta que se acerque un poco para que ambos no puedan evitar ese abrazo sincero que han esperado tanto.


Jean Vigo, vivió poco, sí, pero sólo le bastaron algunos años para mostrar el gran director y poeta de la imagen que era. A nosotros sólo nos queda decir gracias con una venia.