3 de abril de 2009

Juego de sangre y cartón: "Vampir - Cuadecuc" de Pere Portabella

Vampirizar, verbo que tiene su origen en la leyenda común a todas las culturas. Extraer de un costado sensual, la sangre que es vida. Escoger lo mejor y quedárselo, hacerlo suyo, reinventarlo. El rodaje de "Drácula" del prolífico Jesús Franco, no se libró de la bendición del conde. Pere Portabella en su tercera cinta "Vampir - Cuadecuc" (1970), transforma el detrás de cámaras de la película de Franco, en su propia versión de la historia en 70 minutos.

"El poder de las imágenes", qué frase tan usada. Sin embargo, aquí es imposible eludirla. La utilización del blanco y negro, nos recuerda por instantes a ese expresionismo del cine silente, tiempos de pactos satánicos y sonámbulos asesinos en pantalla. En otros momentos, la saturación y el predominio del color claro, deja solo ciertos visos de acción, de movimiento, que son magistrales en la sorpresa, en el desvarío que contagia.

El horror visto de su simplicidad, más que atemorizar, fascina. Recorremos de la mano de Portabella, los escondrijos que separan la realidad alterna de cartón, cables y luces, de la narración que se desarrolla en el plató. La elaboración de la sangre - que aquí es negra - y su expulsión a borbotones desde una jeringa, lejos de desilusionar, hace que nos acerquemos a ese mundo de mentiras que tanto atrae por reflejar temores, por juguetear con la muerte.

La casi permanencia del silencio, contribuye al clima fantasmal que inunda el set y los paisajes de filmación nebulosos y distantes. Aunque cuando esa continuidad se disipa y el sonido se hace presente, lo hace de forma rabiosa y lúdica, utilizando ruidos y melodías que en un inicio solo parecen creaciones caprichosas del compositor Carles Santos, pero que encuentran un perfecto soporte visual, en las imágenes de las hermosas víctimas de un Drácula elegante y sediento, con el rostro un tanto alienado de Christopher Lee.

Con "Vampir - Cuadecuc", Pere Portabella permite que nos acerquemos al mito de la construcción del terror, desde su gestación como una pequeña mentira que fabrica pesadillas. Al final queda en nosotros, el placer de la representación que se cuela por la pantalla, como si se tratara de un viaje por las palabras lastimeras del atormentado y no tan monstruoso conde.

2 comentarios:

Porquenotecallas dijo...

Hola Recuchi. A ver si comentas "M, el vampiro de Düsseldorf" de Fritz Lang.

Saludos

WRGH

Leny Fernández dijo...

Walter Gómez! Ja, qué sorpresa!

Uf, esa pela de Lang es un lujo, apenas tenga tiempo y saque mis comentarios pendientes, le dedicaré un tiempo...

Bye,

Leny