
Un actor que por debutante, no era ningún aprendiz, pues provenía de las canteras de la radio y el teatro. Precisamente en una de las funciones de su primera obra en Broadway “Kiss and Tell”, fue que capturó la atención de Henry Hathaway, quien lo convoca para “El Beso de la Muerte”, obra que marca el inicio de su carrera cinematográfica.

Su siguiente trabajo en “La Calle sin Nombre” (1948), reforzó su imagen de villano, encarnando a Alec Stiles, un gángster con sed de imponerse en el ámbito criminal. Dirigido por William Keighley, este policial se pone al servicio de Widmark, que prácticamente canibaliza la deslucida actuación de su co-protagonista Mark Stevens, mordiendo una manzana o haciendo un simple gesto. Solo eso le bastaba para mostrar toda la dimensión de un personaje oscuro, para el que el crimen es el medio con que se cobran las deudas de lealtad.
Aun interpretando a estas ruines personalidades, Richard Widmark no podía ser identificado como el “malvado definitivo”, básicamente por su complexión física. Asimismo, estaba lejos del porte de galán que tanto éxito tenía en Hollywood. Por el contrario, su aspecto delgado y de poca belleza, lo acercaba a personajes de cine negro del tipo de Walter Neff en “Perdición” (1944) o de Al Roberts en “Detour” (1945), quienes conformaban junto a otros una galería de memorables perdedores. Un espacio privilegiado se reservaría para él.
La oportunidad de ocupar ese lugar llegó en 1950, de la mano de Jules Dassin, que filmó en Londres “La Noche y la Ciudad”. En esta cinta, Widmark interpreta a Harry Fabian, un pobre iluso que quiere ser alguien, pero para el que todas las puertas se cierran, teniendo que vivir a salto de mata, siempre huyendo, siempre apurando un paso que lo conduce inevitablemente al abismo. El actor entregó una de las mejores caracterizaciones del perdedor que no se resigna a su condición.

Con “La Noche y la Ciudad”, Widmark dio inicio a la década más fructífera de su carrera, con 26 largometrajes en total, entre los que se destacan - además del filme dirigido por Dassin - sus colaboraciones con Elia Kazan en “Pánico en las Calles” (1950), película en la que variando el registro, su personaje estaba de lado de la ley; con Joseph Mankiewicz en “Un Rayo de Luz” (1950), cinta en la que encarnó a un criminal sureño racista y rabioso que la emprende contra un joven médico negro (Sidney Poitier). Así también se puso a las órdenes de Samuel Füller en la formidable “Manos Peligrosas” (1953), dando vida a Skip McCoy el ladronzuelo cínico que por el robo de una cartera, se convierte sin quererlo, en el objeto de cacería del FBI y de una facción de espías comunistas.


Hacia finales de los sesenta, filma “Brigada Homicida” (1968) de Don Siegel, una cinta policial de impactantes escenas de acción cubiertas por un halo de pesadumbre, en la que Widmark daba vida al veterano detective Daniel Madigan, al que no le importa tomar caminos sucios para hacer cumplir la ley.
A pesar de sus excelentes trabajos, solo fue nominado al Oscar una vez por “El Beso de la Muerte”, ocasión en que no logró hacerse del galardón. Por si fuera poco, la Academia corroída por un Alzheimer feroz, dejó pasar los años desde su retiro en 1991 sin brindarle una estatuilla honoraria en compensación por las omisiones a una trayectoria impecable. Su partida el 24 de marzo pasado, supuso una conmoción entre todos aquellos que disfrutamos sus magnéticas apariciones en pantalla y para los que el codiciado hombrecito dorado se hace cada vez más vano.
