Seguro echarán de menos muchos títulos, pero no acabaría nunca si escribiera sobre todos. No obstante, cualquiera de las cintas mencionadas es totalmente recomendable para escapar del tan consumista 14 y olvidarnos de los globos, peluches inmensos y tarjetas con dibujos de animales ojones al borde del llanto. Eso si, se advierte que no todas tienen un final feliz, y es que como diría Pat Benatar: love is a battlefield. También se advierte que aquí no encontrarán “Casablanca”.
1) L´Atalante (1934) de Jean Vigo
La belleza se concentra, se comprime convirtiéndose en maravilla en los 82 minutos que dura esta obra maestra de Vigo. Juliette (Dita Parlo) y Jean (Jean Dasté), una pareja de recién casados parten en un viaje mágico a través del río en el que se descubrirán ante el otro en su cotidianeidad, mostrando sus deseos y frustraciones, y en el que el erotismo se hace presente con la fina sensibilidad que sólo le podía imprimir el autor francés, entregándonos imágenes inyectadas de lirismo y magia. Las escenas inolvidables son incontables en este su único largometraje y que se estrenara póstumamente tras su fallecimiento a los 29 años. Edad tan corta para alguien de espíritu y corazón enormes.
Encontrarán una reseña más amplia en un post anterior:
http://elglamourdemargo.blogspot.com/2007/08/el-ensueo-de-un-viaje-latalante-1934.html
2) Sunrise (1927) de F. W. Murnau
La vida en pareja es un terreno difícil. El día a día puede llevar al tedio, haciendo que las razones por las cuales alguien se siente enamorado se diluyan entre el trabajo, los hijos y bueno, la falta de sorpresas. Es duro acostumbrarse y fácil confundirse. Por eso, cuando llega una mujer citadina (Margaret Livingston) al pueblo en el que viven un granjero pobre (George Stevens) y su esposa (Janet Gaynor), la atracción que ejerce la forastera sobre él es inmediata, lo que lo lleva a mantener una relación; sin embargo, como ella tiene que marcharse, ésta lo incita a matar a su esposa para iniciar una nueva vida en la ciudad.
El redescubrimiento del amor y la redención son retratados con perfección por Murnau, en este filme que marca su incursión en la industria hollywoodense y que ganó uno de los primeros premios Oscar a mejor película. A través de paisajes nebulosos y oscuros, el director nos muestra el estado de confusión y temor del protagonista para luego situarnos en escenarios que son solo luz y brillantez cuando ya el panorama se torna apacible para el hombre y su esposa, y en el que todos (hasta el tiempo) se detienen a celebrar el amor. La cámara al servicio de las emociones: indiscutiblemente genial.
3) Manon (1949) de Henri-Georges Clouzot
Gene Tierney, una de mis actrices favoritas, encarna en la Inglaterra de inicios del siglo XX, a Lucy, una joven viuda que decide abandonar la casa de su insoportable suegra e ir a vivir con su pequeña hija. En la búsqueda de hogar, encuentra una casa que le llama poderosamente la atención: ubicada cerca al mar, amoblada, en buen estado y con una renta bajísima. Sin embargo, el encargado de la inmobiliaria le dice que es el lugar que menos le conviene. Lucy, mujer decidida y obstinada, cree que lo mejor es ir hacia allá y ver por ella misma cuál es el problema, llevándose una sorpresa cuando descubre que la habita el fantasma del capitán Daniel Gregg (Rex Harrison), el antiguo propietario.
Joseph L. Mankiewicz era un grande. Por eso no concuerdo con algunos que lo tildan despectivamente de “teatral”. El guión es importante (presiento que Robles Godoy me odiaría por decir esto) y en la obra de Mankiewicz los diálogos son brillantes, elaborados, exquisitos de escuchar y espléndidos de ver ejecutados por los actores acertados en su papel. Con él trabajaron Bette Davis, Ava Gardner, George Sanders, Celeste Holm, Humphrey Bogart, Lawrence Olivier, Michael Cain, Elizabeth Taylor, entre muchos otros.
5) Notorious (1946) de Alfred Hitchcock
Hitchcock recurre a uno de sus usuales Mc Guffin para contarnos un drama romántico. El pretexto en este caso son unas muestras de uranio escondidas en botellas de vino, metal que serviría a los nazis para construir una bomba atómica. En ese contexto, Alicia (Ingrid Bergman) hija de un espía recientemente capturado, es reclutada por Devlin (Cary Grant) un agente del FBI, con la misión de vigilar a una facción nazi en Brasil. Para lograrlo, Alicia debe ingresar al círculo de Alex Sebastian (Claude Rains), amigo de su padre y antiguo pretendiente.
El fingirse enamorado cuando en verdad se ama a otro crea un gran conflicto y más aún si el amado que dice sentir lo mismo, no hace algo para revertir la situación anteponiendo su sentido del deber al drama que se vive. Así, encontramos a una Bergman sacrificada y agobiada por la culpa que le provoca el delito cometido por su padre y a un Grant aparentemente imperturbable cumpliendo su misión patriótica. Y Hitchcock se deleita con el panorama, con el peligro que rodea a ese amor furtivo, con la tensión de los amantes, liberada pocas veces y alcanzando su punto cumbre en ese beso tan pasional como extenso, recordado como el más largo de la historia del cine. Un Hitch permitiéndose sentir abiertamente y ante eso nadie puede permanecer indiferente.