Después de Sweeney Todd, Tim Burton se avocó a realizar su versión de la obra mayor de Lewis Carroll. Trasladar el complejo universo y el espíritu de la novela representaba una valla muy alta. Hoy, con la película en las salas, se puede decir que el cineasta estadounidense no logró superarla.
La adaptación que hace Burton, nos presenta a la protagonista con (Mia Wasikowska) con 19 años de edad y a punto de responder la propuesta de matrimonio de un joven con dinero, maniático del cumplimiento de las reglas y carente de carisma; es decir, todo lo contrario a ella que se muestra insumisa, soñadora y llena de simpatía. Es en este momento difícil, que aparece un conejo señalándole un reloj y Alicia decide seguirlo, cayendo en una madriguera que la llevará al país de las maravillas.
Esas primeras secuencias, son lo mejor del último trabajo de Burton, ya que retoma las atmósferas agobiantes en las que sus personajes / álter egos no hallan lugar e intentan rebelarse contra la sociedad y sus absurdas imposiciones. Lástima que esas escenas solo ocupen escasos minutos para luego dar paso a explosiones de artificio sin ninguna hondura.
Dicho problema se hace patente desde que Alicia atraviesa la madriguera - portal y comienza a vivir sus aventuras. Es entonces que el temor que rondaba a algunos escépticos sobre el desempeño del realizador de Big Fish en esta cinta, se confirma: Burton ha sacrificado contar un viaje de descubrimiento, autoafirmación y crecimiento personal para privilegiar el arte visual y alimentar su propia imaginería. El mundo de maravillas aparece como un lugar poblado de personajes que, lejos de la oscuridad que poseían en otros filmes del director, se limitan a ser - en su mayoría - peluches animados que se decantan entre el bien o el mal, exentos de cualquier matiz.
Son estos aspectos los que anulan otros temas subyacentes en la historia, por ejemplo, el de la locura como libertad, que es simplemente esbozado por el personaje del Sombrerero loco - interpretado por un Johnny Depp un tanto sobreactuado -. Asimismo, la lucha de poder entre la Reina roja (Helena Bonham Carter) y la Reina blanca (Anne Hathaway) queda circunscrita a lo caricaturesco de sus caracteres.
Todo ello nos hace pensar que Tim Burton se ha dejado ganar esta vez por la maquinaria Disney - y el rentable merchandising que eso significa -, lo cual resulta decepcionante. Sobre todo porque se trata de un director con una filmografía a la que se puede calificar de sólida y consecuente (El joven manos de tijera, Ed Wood, etc). Por el momento, lo más recomendable es volver a esas películas entrañables y olvidarse de esta Alicia... que trajo mucho ruido y pocas nueces.
La adaptación que hace Burton, nos presenta a la protagonista con (Mia Wasikowska) con 19 años de edad y a punto de responder la propuesta de matrimonio de un joven con dinero, maniático del cumplimiento de las reglas y carente de carisma; es decir, todo lo contrario a ella que se muestra insumisa, soñadora y llena de simpatía. Es en este momento difícil, que aparece un conejo señalándole un reloj y Alicia decide seguirlo, cayendo en una madriguera que la llevará al país de las maravillas.
Esas primeras secuencias, son lo mejor del último trabajo de Burton, ya que retoma las atmósferas agobiantes en las que sus personajes / álter egos no hallan lugar e intentan rebelarse contra la sociedad y sus absurdas imposiciones. Lástima que esas escenas solo ocupen escasos minutos para luego dar paso a explosiones de artificio sin ninguna hondura.
Dicho problema se hace patente desde que Alicia atraviesa la madriguera - portal y comienza a vivir sus aventuras. Es entonces que el temor que rondaba a algunos escépticos sobre el desempeño del realizador de Big Fish en esta cinta, se confirma: Burton ha sacrificado contar un viaje de descubrimiento, autoafirmación y crecimiento personal para privilegiar el arte visual y alimentar su propia imaginería. El mundo de maravillas aparece como un lugar poblado de personajes que, lejos de la oscuridad que poseían en otros filmes del director, se limitan a ser - en su mayoría - peluches animados que se decantan entre el bien o el mal, exentos de cualquier matiz.
Son estos aspectos los que anulan otros temas subyacentes en la historia, por ejemplo, el de la locura como libertad, que es simplemente esbozado por el personaje del Sombrerero loco - interpretado por un Johnny Depp un tanto sobreactuado -. Asimismo, la lucha de poder entre la Reina roja (Helena Bonham Carter) y la Reina blanca (Anne Hathaway) queda circunscrita a lo caricaturesco de sus caracteres.
Todo ello nos hace pensar que Tim Burton se ha dejado ganar esta vez por la maquinaria Disney - y el rentable merchandising que eso significa -, lo cual resulta decepcionante. Sobre todo porque se trata de un director con una filmografía a la que se puede calificar de sólida y consecuente (El joven manos de tijera, Ed Wood, etc). Por el momento, lo más recomendable es volver a esas películas entrañables y olvidarse de esta Alicia... que trajo mucho ruido y pocas nueces.